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La insólita decisión de la Sala Penal del Supremo de investigar (no imputar, ¡por ahora!) al el que pueda hacer, que haga. Esta campaña incluye, hasta ahora, además de los furibundos ataques del PP y medios de comunicación afines, sorprendentes concentraciones y pronunciamientos de jueces conservadores contra la ley de amnistía aprobada por el Congreso de los Diputados, una querella contra su esposa, Begoña Gómez; la extrapolación del caso Koldo hasta abarcar a todo el Gobierno y al Partido Socialista; una querella contra el PSOE por financiación irregular basada en bulos, lo que evidencia el papel estratégico de las relaciones distribuidas de poder en el sistema socioeconómico. Pura pedagogía política.
Lo que estamos presenciando últimamente es un recrudecimiento de la ofensiva por parte de la derecha, utilizando todas sus posiciones de poder en los sistemas judicial (de amplio dominio conservador), institucional (con mayoría absoluta en el Senado), mediático (periódicos, cadenas de televisión y radio, junto con pseudo medios de comunicación), y económico (CEOE, grandes corporaciones financieras e industriales), ante el peligro de seguir perdiendo posiciones en las relaciones distribuidas de poder institucional (Consejo del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Fiscalía General del Estado, Tribunal de Cuentas, Banco de España, CIS, EFE, RTVE) en lo que llaman colonización de las instituciones. La virulencia de los ataques, ya sin guardar las formas (políticas y jurídicas) evidencia su desesperación por alcanzar sus objetivos antes de la aprobación de los presupuestos. Esta ofensiva es bien vista, y en ocasiones apoyada, por las corrientes más derechistas de la UE, en particular por el Partido Popular Europeo. Entre otras razones, por el papel de Pedro Sánchez en temas candentes como la migración, oponiéndose a las soluciones imaginativas de Giorgia Meloni, que cuestionan el derecho de asilo, uno de los fundamentos jurídicos y éticos de la UE. Afortunadamente, estas medidas han sido rechazadas por la justicia italiana, gracias a una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (C-406/22). Pero también por la denuncia del genocidio en Gaza, las masacres en Cisjordania y Líbano, y el reconocimiento del Estado Palestino. Posicionamientos que refuerzan el papel de España en la escena internacional. Todo esto ocurre porque en Europa, y concretamente en la UE, ya no son posibles los golpes de Estado cívico-militares, ni siquiera blandos. La lucha por recuperar las posiciones de dominio en las instituciones, revertir los avances sociales que impiden o dificultan la maximización del beneficio empresarial, y restaurar la jerarquización social, se llevan a cabo mediante medios institucionales, bordeando la legalidad constitucional y los procedimientos democráticos, como ha ocurrido en Polonia, y sigue ocurriendo en Hungría. Y en eso estamos.
Estaba bien que los socialistas gobernaran durante un tiempo, sobre todo si su política realizaba las reformas adaptativas necesarias de un sistema anquilosado sin poner en riesgo las bases del sistema socioeconómico heredado del franquismo
No debería sorprendernos, porque ya hemos vivido otro episodio de linchamiento legal, iniciado por el candidato a la Presidencia del Gobierno Aznar con su grito de guerra: váyase, señor González. Se debe al periodista y académico Luis María Ansón una de las mejores descripciones de lo que supuso en los años 90 la campaña del Partido Popular (PP) contra Felipe González en particular, y contra el PSOE en general. Esta campaña estuvo marcada por una proliferación de titulares en los medios de comunicación conservadores, especialmente en el diario ABC que él dirigía, y por un elevado clima de crispación política, sobre todo en relación con casos como los GAL y la corrupción, que afectaron a altos cargos del gobierno. Consumada la defenestración electoral de Felipe González, Ansón intentó diluir su responsabilidad criticando la forma poco sutil del Partido Popular a la hora de cumplir con su papel político. Pero existen esclarecedoras declaraciones suyas en la revista Tiempo (23 de febrero de 1998), en las que reconoce que la presión mediática y judicial sobre Felipe González formaba parte de un proceso destinado a desalojarlo de la jefatura del Gobierno: Había que terminar con Felipe González, ésa era la cuestión. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado. Eso es verdad. Tenía razón González cuando denunció ese peligro..., pero era la única forma de sacarlo de ahí (...) Por reflexión e instinto los medios reaccionaron atizando algunas situaciones. Ése fue el caso de los conflictos y el papel de la justicia. Al atizar el fuego en ese sector se favorecía la erosión de González... Así que se hizo. Fue una operación de acoso y derribo. (...) Desde una labor crítica normal no se conseguía desalojar a González del poder" (y se crea la Plataforma de Defensa del Derecho a la Información de los Ciudadanos). Nos reuníamos, generalmente en mi despacho, el director de El Independiente, Pablo Sebastián; José Luis Gutiérrez, de Diario 16; el director general de Antena 3, Manuel Martín Ferrand; el de Informativos de Antena 3 Radio, Antonio Herrero; el de El Mundo, Pedro J. Ramírez... (...) El resumen es sencillo: González era un hombre con una potencia política de tal calibre que era necesario llegar hasta el límite. Declaraciones cautamente editadas antes de su publicación por el propio Ansón, que suprimió parte de su frase original en la que decía: (...) llegar al límite y poner en riesgo el Estado con tal de terminar con él. La justificación de la campaña era tan peregrina como esclarecedora: González bloqueaba algo vital en una democracia: la alternancia. Si llega a ganar las elecciones del 96, con la bonanza económica no hubiera habido quien lo echase hasta el 2004. Lo describe Milagros Pérez Oliva en un artículo publicado en EL PAÍS (17 de febrero de 1998). Es decir, estaba bien que los socialistas gobernaran durante un tiempo, sobre todo si su política realizaba las reformas adaptativas necesarias de un sistema anquilosado sin poner en riesgo las bases del sistema socioeconómico heredado del franquismo. Pero ya era suficiente. Sobre todo porque se avecinaban buenos tiempos para los grandes negocios (con el gobierno de Aznar llegarían las grandes privatizaciones y las burbujas inmobiliarias).
Que los objetivos y, en buena parte, los procedimientos de la actual campaña sean similares lo evidencian las declaraciones de Miguel Tellado en la cadena SER (17 de octubre de 2024): Nuestra obligación en estos momentos es echar a Sánchez del Gobierno. Acabar con este gobierno lo antes posible. Y lo vamos a hacer con todos los medios a nuestro alcance. Y si los medios son judiciales también lo vamos a hacer. Pero no se trata de crear paralelismos simplistas entre el caso González y el caso Sánchez, aunque existen similitudes. Lo fundamental es señalar que todo lo que está ocurriendo ni es casual, ni se debe exclusivamente a la derechización de los populares y su enorme frustración ante la ocasión perdida en la últimas elecciones generales, donde ya se veían como los grandes triunfadores. No niego la influencia de factores tan diversos como la calidad democrática (e intelectual) de los dirigentes del PP (de Vox no hace falta hablar), los egos desmedidos y heridos, las luchas internas entre la versión chulapa de la ultraderechista presidenta de la Comunidad de Madrid y la más timorata de algunos dirigentes y barones autonómicos, la presión cultural de sectores neofranquistas y fuerzas reaccionarias vinculadas a una parte significativa de la iglesia católica, etc. Parecería que la extrema derecha franquista y neofascista (línea Meloni) está marcando la agenda. Pero en realidad solo le están realizando el trabajo sucio a la derecha conservadora, que luego se encarga de activar la bronca política, amplificada por los medios de comunicación afines. También es evidente que el actual nivel de grosería, zafiedad, pobreza argumental, y falta de honestidad profesional, contrasta con las actividades periodísticas, jurídicas y parlamentarias de entonces. Pero el objetivo es el mismo. Y parecidas las motivaciones.
Parecería que la extrema derecha franquista y neofascista (línea Meloni) está marcando la agenda. Pero en realidad solo le están realizando el trabajo sucio a la derecha conservadora
Por eso, sin renunciar a exigir explicaciones y responsabilidades, es importante comprender la profundidad estratégica de lo que está ocurriendo, más allá del anecdotario y la verborrea irritada de los populares, protagonizada por los y las de siempre. Es el riesgo de mirar el dedo en vez de observar detenidamente la luna. Partiendo de que en todo acontecimiento crítico concurren multitud de factores que interactúan y operan en diversos niveles y a diferentes escalas, pudiendo el desarrollo temporal alterar sus premisas causales. Es algo consustancial a los sistemas no lineales, complejos, abiertos y dinámicos, donde pueden adquirir una importancia notable (sensibilidad a las condiciones iniciales, popularmente conocido como efecto mariposa). Por ejemplo, las formas en que se llevan a cabo las estrategias pueden ser torpes, incluso contrarias al interés perseguido. Pero eso no implica que lo que genera el conflicto sean las formas soeces de expresión. Es importante recordar que no se puede comprender el funcionamiento de un reloj analizando sus partes por separado. En nuestro caso, es preciso entender que lo que está ocurriendo es la manifestación de tensiones profundas provocadas por fuertes presiones adaptativas en los sistemas socioeconómicos, como resultado del impacto combinado del Cambio Climático y la Revolución Digital, con la Inteligencia Artificial a la vanguardia. Estas presiones, al alcanzar cierto umbral, generan bifurcaciones (posibles caminos de resolución) en diversos campos o subsistemas, con intensidades y características diferentes. Es decir, lo que se está dilucidando, de manera incipiente y por tanto confusa, es cómo reconfigurar el sistema capitalista: si a través de procesos de reforma o mediante procesos de transformación, con diferentes formas de implementación, distintos niveles de profundidad y opuestos diseños de futuro. Es lógico que las fuerzas conservadoras quieran mantener y recuperar sus posiciones de poder en una coyuntura histórica que, por primera vez, contiene riesgos existenciales para la humanidad. Por eso, el Váyase, señor González de 1994, y el Váyase, Nº 1 de 2024, volverán a repetirse mientras no se resuelva la encrucijada histórica en la que nos encontramos. De ahí que la respuesta deba ser aguantar en las posiciones y avanzar en la agenda socioeconómica, particularmente en la cuestión estratégica de la vivienda, un derecho constitucional convertido en activo financiero, ejemplo sangrante del sistema en el que vivimos (pedagogía de los hechos). En ese sentido, la defensa del fiscal General del Estado ante su decisión de no dimitir es una necesidad política. Su renuncia justificaría la estrategia de la derecha para neutralizar la acción del gobierno y recuperar las posiciones de poder perdidas. Hay que saber conjugar resiliencia con audacia. Necesitamos rigor, firmeza y sensatez. Pasar del slogan facilón a la propuesta meditada, de la táctica sin estrategia a la estrategia que permita ampliar los espacios de libertad, participación, deliberación y cogobernanza. Siendo conscientes de que cada avance supondrá una mayor resistencia y más intensas campañas de desestabilización. La hegemonía política no se consigue a base de posiciones maximalistas que confunden lo deseable en el futuro con lo conveniente en cada momento concreto.
No quiero terminar sin señalar mi estupor ante la actitud de la dirección de Podemos tratando de aprovechar la ofensiva de los populares, acusando a los socialistas de practicar las mismas políticas que el PP, supuestamente debido a que ya no están en el gobierno. Es una burda repetición de la teoría de las dos orillas [1]. La situación terminal de Podemos puede explicarlo, pero no justificarlo. Eso no significa que no se pueda -¡y deba!- criticar los límites y las limitaciones de las propuestas socialistas reflejadas en la acción de gobierno, como ocurre con la política de vivienda y las bajas flexibles laborales. Pero dicha crítica debe realizarse no solo desde la lealtad, sino también combinando flexibilidad táctica con firmeza estratégica, de forma que enriquezca el debate político sin debilitar al gobierno de coalición, especialmente en el contexto de ofensiva ultraconservadora. Pese a la experiencia acumulada en los más de cinco años de gobierno de coalición progresista, y el esclarecedor resultado de las últimas elecciones autonómicas y europeas, parece que cuesta extraer las lecciones oportunas. Tal vez porque no se comprende adecuadamente que el objetivo principal, la condición inicial y necesaria para ir creando escenarios favorables en la lucha por una verdadera alternativa transformadora al capitalismo, pasa por defender, sostener y mantener el gobierno de coalición progresista frente a la ofensiva ultra y conservadora. Sin ceder posiciones en las conquistas logradas, tanto en las relaciones distribuidas de poder institucional, como en los derechos políticos, sociales y económicos. Porque esas conquistas son fases del proceso gradual de transformación del sistema socioeconómico capitalista. La derecha política, judicial, cultural y económica lo sabe, y por eso trata de revertir las conquistas. ¿Lo saben las izquierdas? No estoy seguro.
[1] En plena ofensiva de Vox y PP, con miles de manifestantes (25.000 según Delegación del Gobierno) en Madrid, lo mejor que se le ocurre a Pablo Iglesias durante su intervención en la “Uni de Otoño” de Podemos, es pedir que la izquierda se una para doblarle el brazo a Pedro Sánchez. No parece muy oportuno, por decirlo suavemente.