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Si seremos brutos que no entendemos lo bĂĄsico y necesario para afrontar la vida hasta muy tarde (a veces demasiado tarde). Si seremos brutos que aĂșn no hemos aprendido a deshacernos de cuanta iniquidad nos asola. Si seremos brutos que no reconocemos estar cegados por una niebla artificial llamada prejuicio. Si seremos brutos que repetimos el error en la confianza de que esta vez sĂ va a funcionar⊠Estamos tan brutalmente desfasados que no advertimos que el desenfoque que nos nubla e impide la correcciĂłn de nuestras ofuscaciones es el mismo: el modelo educativo. Que por un lado intenta difundir y socializar lo que resulta relevante para vivir, pero por otro siembra nuestras vidas de falacias que perpetĂșan el desenfoque de partida.
Y hay que abordarlo. La revisiĂłn crĂtica del modelo educativo es una pista de hielo en la que uno puede partirse la crisma a la primera, pero asumiendo el riesgo de caĂda estrepitosa hay que hacerlo porque en el dispositivo social que conocemos como educaciĂłn se encuentra lo mejor y lo peor de nuestras posibilidades como seres humanos. La sociologĂa de la educaciĂłn viene denunciando desde hace dĂ©cadas que las realizaciones histĂłricas en materia educativa han ido debilitando el fundamento humanista de la misma en favor de un utilitarismo tĂ©cnico que poco favorece el florecer del humanismo ilustrado, aquĂ©l que iguala la educaciĂłn con el derecho universal. Esa deriva no es una cuestiĂłn de mĂĄs lenguas clĂĄsicas o mĂĄs tecnologĂa, no es la conformaciĂłn del currĂculo lo que importa, no es algo que estĂ© vinculado a quĂ© es lo que enseñamos, sino cĂłmo lo hacemos. El error y el equĂvoco que nos ofusca estĂĄ en el diseño del propio sistema, es algo relacionado con la interpretaciĂłn que hacemos de la experiencia de la vida y del papel que juega en ella la trasmisiĂłn de los principios y de los valores.
Si seremos brutos que inducidos por la actitud del mercado arrinconamos a las personas justo en el momento en el que son mĂĄs Ăștiles para la correcciĂłn de los desmanes
La escuela debe enseñar a vivir, no importa si entre sabios del pasado o talentos de hoy, la vida no hace distinciones tan solo plantea opciones. Y nuestro sistema educativo deberĂa predisponernos a ello, a obtener hasta el Ășltimo gramo de felicidad encapsulada en las formas de la vida. En lugar de tener una red de instituciones enfocadas a sacar el mĂĄximo partido a la vida, tenemos procedimientos de evaluaciĂłn del rendimiento escolar (PISA) que solo nos advierte de que estamos muy por debajo de los estĂĄndares y que no vamos por el buen camino, ÂĄvaya novedad! Los exĂĄmenes, todos los exĂĄmenes incluido el sĂșper PISA no son sino instrumentos de mercado para maximizar la excelencia de lo producido, no importa si lo que generamos son pazguatos, crĂ©dulos e infelices seres humanos.
Y lĂłgicamente suspendemos, todos los paĂses y en todas las cohortes formativas. No importa el nivel del logro, siempre se puede elevar y una vez mĂĄs estar por debajo de lo que cabrĂa esperar. Es posible mejorar la posiciĂłn relativa de unos y de otros pero jamĂĄs obtener el pleno, eso serĂa como saltar la banca y la banca siempre gana, porque es el mercado quien diseña y ordena el sistema educativo y sus mecanismos de garantĂa, y el mercado nunca estĂĄ satisfecho, siempre desea mĂĄs, su espĂritu le pide arrollar toda iniciativa no monetizable. Y la vida no lo es, la vida es una infinidad de posibilidades cargadas de respectivas dosis de felicidad, la antĂtesis de la actitud castrante del mercado. Por ello el sistema educativo se ha convertido en una especie de juego de cuchillas con las que el mercado destroza las expectativas que la vida pone en la naturaleza de todos nosotros.
Cuando las personas llegan al estadio de mayorĂa o vejez, son sabios per se, han aprendido lo suficiente de la vida como para paladearla de mĂșltiples formas
Si seremos brutos que inducidos por la actitud del mercado arrinconamos a las personas justo en el momento en el que son mĂĄs Ăștiles para la correcciĂłn de los desmanes que las biografĂas graban en la vida. Cuando las personas llegan al estadio de mayorĂa o vejez, son sabios per se, han aprendido lo suficiente de la vida como para paladearla de mĂșltiples formas, los mayores son repositorios de las claves de la vida. Por ello el mercado les aparta, son peligrosos como han demostrado las mujeres mayores de Suiza en su contencioso frente al estado por sus dejaciones en materia de lucha contra el cambio climĂĄtico. Los mayores son peligrosos porque como cantan los yayoflautas, ÂĄsomos mayores, no tenemos miedo!
Si el sistema educativo es una escuela de vida, deberĂa estar poblado de personas mayores en las aulas y en los despachos pues son ellas quienes conocen por experiencia propia dĂłnde se encuentran las claves de la vida feliz. Y si esto suena a una cierta gerontocracia he de decir que sĂ, que es una apelaciĂłn a recuperar el valor de la experiencia, siquiera limitada a la educaciĂłn, en la confianza de que los ciudadanos instruidos bajo la mirada experta y compasiva de los mayores traerĂĄn a nuestro mundo una actitud mĂĄs prĂłxima a la paz perpetua que la loca carrera de llegar el primero y aplastar a los demĂĄs.
Si el sistema educativo es una escuela de vida, deberĂa estar poblado de personas mayores en las aulas
Hay que ser brutos para no entender esto, aunque la guerra que es el mercado por otros medios, embrutece aniquilĂĄndolo todo con su siembra de horror y dolor.