GRANDES BATALLAS EN LA HISTORIA

La batalla de Lepanto: el choque que quebró el poderío naval otomano

Batalla de Lepanto, por José Ferré Clauzel. (Imágenes Wikipedia).
En Lepanto, España desempeñó un papel clave en la batalla donde también combatió Miguel de Cervantes.

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Durante el siglo XVI los otomanos habían conquistado los territorios que formaron en el pasado parte del imperio bizantino. La Europa protestante los consideraba un útil aliado contra la Contrarreforma católica.

Francia estaba atrapada entre la dinastía Habsburgo que gobernaba en Austria y la que lo hacía en España y los Países Bajos. El Imperio otomano estaba aún en expansión gracias a la base de Tolón, que fue ofrecida por Francisco I, rey de Francia, e incluso estaba en condiciones de amenazar a España y a Malta.

Los otomanos aprendieron mucho de los bizantinos en el combate naval, sobre todo en lo que respecta a la navegación fluvial. El Imperio otomano no encontraba una barrera en las montañas, sino en la navegabilidad de los ríos, y fueron sus bases principales Constantinopla y Adrianópolis.

Los diferentes Estados de Italia se aliaban más a menudo con potencias extranjeras que entre ellos mismos. Las deficientes comunicaciones terrestres que poseía la península Itálica contribuyeron a una fragmentación crónica.

Los venecianos definían a Chipre como pieza fundamental defensiva frente a una amenaza otomana, en referencia a que se podían usar para mantener al enemigo a cierta distancia.

El Tratado de Cateau Cambrésis del año 1559 dio a Felipe II una libertad de acción en el Mediterráneo de la que no gozó su padre, Carlos I. Además, las zonas antiotomanas de Felipe II eran sus fortalezas norteafricanas en el sur y las regiones italianas de Apulia, Calabria y Sicilia en el Mediterráneo central.

Los 16.000 soldados dirigidos por García de Toledo invaden la isla de Yerba en Túnez, pero los musulmanes terminan derrotándolos en el año 1510. Diez años después, Hugo de Moncada desembarcará con unos 15.000 soldados en Yerba, provocando la sumisión del jeque local y marchándose posteriormente.

Durante el siglo XVI los otomanos habían conquistado los territorios que formaron en el pasado parte del imperio bizantino

Sin embargo, el corsario musulmán Dragut se instaló en la isla y atacó Italia, llegando incluso a apoderarse de varios pueblos napolitanos.

Dragut tomó el pueblo africano de Mahdia, que fue recuperado por una expedición de Andrea Doria, que logró también aislar al corsario en Yerba.

Emperador Suleiman.

Soleimán el Magnífico consideró la expedición de Andrea Doria como una declaración de guerra. Mandó una flota en el año 1551, que junto con la de Dragut, recuperó Mahdia, atacó Malta y la isla de Gozo y conquistó la ciudad libia de Trípoli a los Caballeros de San Juan.

Carlos I había mandado a estos caballeros defender Trípoli a cambio de establecerse en Malta en el año 1530. Sin embargo, Trípoli se convirtió en un principado corsario que estaba al servicio del Imperio otomano, y la isla de Yerba continuó en manos de corsarios aliados del Imperio otomano pero con cierta autonomía.

Los otomanos debían zarpar desde Grecia, pero esto exponía sus vías de comunicación marítimas a los Caballeros de Malta.

En la zona del mar Mediterráneo situadas entre Zante y Cefalonia, el caballero Mathurin d'Aux de Lescout capturará un barco mercante musulmán. Los turcos aprovecharán este incidente para intentar acabar con este enclave católico en un intento de asedio fallido a la isla Malta en el año 1565.

Los Papas habían tenido cierto éxito en la organización de ligas santas en las cuales los intereses de las naciones coincidían

Los Papas habían tenido cierto éxito en la organización de ligas santas en las cuales los intereses de las naciones coincidían. El término Liga Santa ya se había utilizado para dotar de dignidad a las coaliciones contra Francia de los Papas Alejandro VI y Julio II en los años 1495 y 1511 respectivamente y contra Venecia en el año 1508.

Desde la última liga santa de finales de la década de los años 1530, la contribución anual proporcionado por el Papa, de una décima parte de las rentas eclesiásticas, había servido para reforzar las defensas de la República de Venecia en el mar Adriático.

La política veneciana fue encaminada a aprovechar al máximo los beneficios de una alianza, como obtener grano a un precio ventajoso para compensar las malas cosechas en Venecia y la pérdida de abastecimiento del grano egipcio.

La declaración de guerra de Venecia al Imperio otomano sirvió para obtener grano a buen precio de los Estados pontificios, Nápoles y Sicilia.

El Papa también ejercía gran influencia sobre España, ya que sus defensas marítimas dependían igualmente del subsidio. Felipe II aceptó participar en la Liga Santa contra los otomanos, recibiendo gracias papales como la de la recaudación de las indulgencias de Cruzada y la del mayor contribuyente al diezmo eclesiástico general excusado.

Mapa del Imperio otomano de 1855. El título original es Das osmannische Reich, XVIIten Jahrhundert, obra del cartógrafo alemán Karl Spruner von Merz (1803-1892).

Esta situación económicamente ventajosa para España le permitió a la Corona obtener préstamos a interés muy bajo de los banqueros genoveses.

Felipe II quedaba obligado a una expedición militar contra los otomanos cada año, debió de sentirse muy agradado cuando, en el año 1573, Venecia y el Imperio otomano firmaron la paz, puesto que siguió obteniendo gracias papales sin la obligación de participar en más batallas. En general se puede afirmar que Felipe II salió beneficiado económicamente de la Liga Santa.

El papa Pío V buscaba combatir el protestantismo y el islam. Había participado en la victoria de los católicos ses sobre los hugonotes en Moncontour en el año 1569.

Durante el reinado de los Reyes Católicos se habían desplazado de forma obligatoria a muchos moriscos y había repoblado las tierras, antes musulmanas, con cristianos. Sin embargo, España albergaba aún población musulmana.

Sin embargo, los que quedaban serían expulsados de España por Felipe III en el siglo XVII, pero durante el siglo XVI protagonizaron tres revueltas. La primera en las Alpujarras en el año 1501, la segunda en Valencia en el año 1525 y la tercera fue en el año 1568.

El musulmán Farax ben-Farax inició una revuelta de moriscos en la ciudad de Granada el veintiséis de diciembre del año 1568 pero la revuelta solamente se consolidaría en las Alpujarras, desde donde podían recibir suministros procedentes de Argelia.

Felipe II confió la represión de la revuelta a su hermano, Juan de Austria. Sin embargo, los hechos pusieron de manifiesto que el islam era una amenaza para la Corona española, tanto dentro como fuera de las fronteras.

  1. El peligro otomano
  2. La Liga Santa
  3. Reunión de las escuadras
  4. Salida a la mar de la flota cristiana
  5. La batalla de Lepanto

El peligro otomano

Chipre era el último de los Estados Cruzados que permanecía bajo manos latinas pues estaba bajo el poder de Venecia, y el sultán Selim II, como rey de Jerusalén, reclamó su jurisdicción sobre la isla.

Astorre Baglione, el nuevo gobernador de Chipre, había llegado el uno de mayo del año 1570 con 2.000 hombres que había reclutado en la italiana Perugia y se trasladó a defender la ciudad portuaria de Famagusta.

Esta ciudad había hecho un esfuerzo en modernizar sus murallas, por considerar que la capital Nicosia estaría condenada si todos los puertos caían en manos otomanas, y dejó a Niccolò Dandolo para defender Nicosia.

Nicosia, había sido completamente fortificada entre los años 1567 y 1570 siguiendo el modelo de defensa italiana, con once bastiones muy bien proyectados que estaban distribuidos de forma uniforme en un perímetro circular de cinco kilómetros.

Cuando lo otomanos sitiaron la ciudad, contaba con 56.550 personas, de las cuales solamente 12.000 resultaban aptas para combatir.

Para resistir el ataque se requería un contingente de 20.000 hombres, por lo que se esperaba el apoyo de los campesinos chipriotas, que finalmente no tuvo lugar, en parte por el mal liderazgo de Niccolò Dandolo.

El veintiséis de julio, los otomanos cercan Nicosia. Este cerco dura cuarenta y seis días y las fuerzas de asedio fueron aumentando con refuerzos de Asia Menor y Siria hasta llegar a los 100.000 hombres.

Los países católicos formarán una armada contra los otomanos que se reúne en el puerto de Suda situado en la isla de Creta

El nueve de septiembre, cae Nicosia. Después de la conquista de la ciudad, la mayoría de los jenízaros y cipayos otomanos se fueron y comenzaron a llegar voluntarios a Chipre, con lo cual, aunque aumentó la cantidad de otomanos, disminuyó la calidad y dio posibilidades a Baglione en Famagusta.

Para defender un perímetro tres veces menor que Nicosia, Baglione contaba con 1.000 italianos, 3.000 chipriotas, 100 estradiotes (1) y los estradiotes que lograron escapar de Nicosia.

Mapa de Nicosia con sus nuevas fortificaciones, realizado en 1597 por el veneciano Giacomo Franco.

El diecinueve de mayo del año 1571 los otomanos iniciaron el cerco de Famagusta y la ciudad tuvo que levantar la bandera blanca tras sesenta y cuatro días de bombardeos en los que se usaron unos cien cañones.

Los países católicos formarán una armada contra los otomanos que se reúne en el puerto de Suda situado en la isla de Creta.

  • Por parte veneciana hay 136 galeras, 11 galeazas (2) y 14 naves, al mando de Girolamo Zanne, Antonio de Canale y Jacobo Celsi.
  • Las fuerzas pontificias constan de 12 galeras al mando de Marco Antonio Colonna.
  • Felipe II manda 50 galeras mandadas por Juan Andrea Doria que era sobrino del fallecido Andrea Doria, que debía ponerse a las órdenes de Colonna.

En total suman 198 galeras, 11 galeazas, un galeón(3), 7 naves más, con un total de 1.300 cañones y 48.000 hombres, de los que solo 16.000 son gente de guerra.

La gran flota veneciana estaba al mando de Girolamo Zanne para impresionar al sultán Selim II, pero quedó mermada por el tifus en Zara y, para colmo, la propia Zara se encontraba en peligro por los corsarios otomanos y dejaron soldados allí.

La flota terminó la campaña del año 1570 desmoralizada y muy mermada y no hubiera estado en posición de ayudar a Chipre aunque lo hubiese intentado. Por ello Juan Andrea Doria, al ver que no había acuerdo posible entre las fuerzas cristianas, decide volverse a la isla de Sicilia el cinco de octubre.

En el regreso a sus bases, las fuerzas venecianas y pontificias sufren un temporal en el que se pierden 14 de las galeras venecianas. El Papa y Venecia culparon al almirante español del fracaso de la operación.

Los motivos de Juan Andrea Doria para no emprender un ataque contra fuerzas turcas superiores se basaban en el mal estado de las dotaciones y del armamento de las galeras de Venecia.

Lo que más trascendió de los trayectos y combates de las campañas de los años 1570 y 1571 en el Mediterráneo antes de la batalla de Lepanto fue la conquista de Chipre por los otomanos.

La Liga Santa

La armada aliada estuvo al mando de don Juan de Austria, secundado en la armada real por Álvaro de Bazán, Alejandro Farnesio, Luis de Requesens y Juan Andrea Doria; mientras que la veneciana iba capitaneada por Sebastián Veniero y la pontificia por Marco Antonio Colonna.

Entre todos reunieron más de 200 galeras, seis galeazas y otras naves auxiliares. La escuadra turca que estaba al mando de Alí Bajá, que era el señor de Argel y tenía fama de gran marino y estaba a las órdenes del sultán turco Selim II contaba con 260 galeras.

El acuerdo para la creación de la Liga Santa se anunció el veinticinco de mayo del año 1571

Ante el fracaso de la anterior expedición, el Papa Pío V reúne a plenipotenciarios reales y venecianos para tratar de tomar medidas efectivas contra la expansión turca por el mar Mediterráneo.

Las discusiones se centraron en las misiones de la Liga y la duración de la concentración de las fuerzas, con posturas encontradas entre venecianos y españoles. Los primeros querían restringir su ámbito al Mediterráneo Oriental, mientras que los españoles deseaban incluir las costas del norte de África.

Estandarte de la Liga Santa.

El acuerdo para la creación de la Liga Santa se anunció el veinticinco de mayo del año 1571. El veinte de mayo había sido rubricado, en presencia de Papa Pío V. Estaba redactado en los siguientes términos:

“Servirá tanto para atacar a Turquía como para atacar las plazas otomanas del norte de África, y el objetivo primordial sería la toma de Chipre y Tierra Santa. Felipe II deseaba ser rey de Jerusalén y la conquista cristiana de Chipre, si se hubiera producido, habría generado un conflicto entre Saboya y Venecia.

Las conquistas del norte de África quedarían en manos de España, aunque el botín de guerra sería dividido proporcionalmente entre los de la Liga en función de su contribución.

La armada estará formada por 200 galeras, 100 naves, 50.000 soldados de infantería españoles, alemanes e italianos y 4.500 jinetes, así como un número adecuado de cañones y otros suministros”.

La Santa Sede se comprometió a aportar 12 galeras, 3.000 infantes, 270 soldados de caballería ligera y a pagar, con sus rentas, una sexta parte del total del coste de la Santa Liga.

España sufragará la mitad del total, Venecia un tercio y la Santa Sede el resto. Si, ya con la parte del papado, resultase insuficiente, el déficit sería cubierto por Venecia y España a partes iguales.

Cada año, en abril a más tardar, debían reunirse en el Mediterráneo Oriental para llevar a cabo las operaciones que las partes hubieran acordado al final de la campaña anterior.

El generalísimo de la Liga será Juan de Austria, y cada nación aportará un capitán general

El generalísimo de la Liga será Juan de Austria, y cada nación aportará un capitán general. Estos tres capitanes generales, reunidos en consejo, acordarán el plan anual de operaciones.

Ninguna de las partes podrá ajustar tregua ni paz con el enemigo sin participación y acuerdo de las otras dos. El generalísimo no llevará estandarte propio ni de su nación, sino el especial de la Liga.

Una vez aprobado el Tratado, el Papa intentó que se uniesen a él, Portugal, Francia y Austria, sin conseguirlo. Francia incluso pactó con los turcos.

Los turcos continuaron con su campaña de conquista de Chipre y formaron una escuadra de 250 velas y 80.000 hombres para devastar y saquear algunos de los puertos venecianos del mar Adriático.

El cuatro de agosto, por falta de vituallas, cayó Famagusta, con lo que se completó la conquista turca de Chipre.

Reunión de las escuadras

El puerto de Mesina fue el elegido como punto de reunión, comenzaron a llegar a él las diferentes escuadras. Los primeros fueron los venecianos, que llegaron el veintitrés de julio y aportaron, en ese momento, 48 galeras y cinco galeazas.

Poco después arribaron las 12 galeras del Papa bajo el mando de Colonna. Don Juan de Austria y Sancho de Leiva partieron de Barcelona el veinte de julio con las galeras del rey.

La Liga Santa logró reunir un total de 91.000 soldados, marineros y condenados, 34.000 soldados, 13.000 tripulantes y 45.000 galeotes

Llegaron a La Spezia para recoger tropas alemanas e italianas, y llegaron a Nápoles el nueve de agosto. El día catorce del mismo mes recibió Juan de Austria el estandarte y las insignias de la Liga Santa, diseñados por el Papa, y en el que figuraban los símbolos de los tres comandos.

El veintitrés de agosto llegaron a Mesina. Entonces faltaban por llegar las escuadras de Álvaro de Bazán, Juan Andrea Doria, Juan de Cardona y 60 galeras venecianas. A primeros de septiembre ya estaba toda la flota reunida.

Las galeazas eran los navíos más potentes gracias a su gran aportación artillera. Las galeras eran impulsadas por remeros profesionales o por gente que había sido condenada por cualquier delito a este duro trabajo. Las piezas artilleras de toda la escuadra eran 1.250.

Pese a la gran cantidad de navíos reunidos, a Juan de Austria le preocupaba el mal estado de muchos de ellos, debido a que muchas de las galeras italianas se habían construido rápidamente y otras tenían los espolones desgastados o podridos a causa de sus largas esperas en los puertos de amarre.

La Liga Santa logró reunir un total de 91.000 soldados, marineros y condenados, 34.000 soldados, 13.000 tripulantes y 45.000 galeotes. Por la parte real eran 20.231 los soldados, de los cuales solo 8.160 eran nacidos en la península Ibérica, italianos 5.000 y alemanes 4.987.

Se unieron a la Liga Santa, 1.876 caballeros y aventureros. A causa de la escasez de gente en las galeras venecianas, Juan de Austria decide embarcar en ellas a 4.000 infantes españoles, para reforzar su guarnición. También embarca a 500 arcabuceros españoles en cada galeaza.

La Liga Santa logró reunir un total de 91.000 soldados, marineros y condenados, 34.000 soldados, 13.000 tripulantes y 45.000 galeotes.

Salida a la mar de la flota cristiana

El quince de septiembre salen las naves de César Ávalos para esperar al resto de la flota en el golfo de Tarento. El dieciséis salió el resto de la flota. Iban ocho galeras exploradoras en vanguardia, al mando de Juan de Cardona, almirante de la escuadra de Sicilia.

Sus órdenes eran ir ocho millas por delante del grueso de la fuerza. El resto de la fuerza iba dividida en cuatro cuerpos. Su formación era la del águila, pero sin pico:

  • El primero, que será el cuerpo derecho en combate, lo mandaba Juan Andrea Doria, con 54 galeras y llevaban grímpolas verdes.
  • El segundo, que será el centro en combate, lo mandaba Juan de Austria, y lleva 64 galeras con grímpolas azules.
  • El tercero, cuerpo izquierdo en combate, lo mandaba Agustino Barbarigo y son 53 galeras con grímpolas amarillas.
  • Y el cuarto, que es la escuadra de socorro o de reserva en combate, lo mandaba Álvaro de Bazán. Está formado por 30 galeras con grímpolas blancas.

Cada uno de estos cuerpos lleva dos galeazas que, en caso de combate, se pondrían por delante de la formación principal. Los cuerpos estaban formados sin tener en cuenta la procedencia de los buques, intercalando buques venecianos, españoles y pontificios.

Encontraron un tiempo borrascoso y vientos contrarios, lo que hizo que las galeras dejaron atrás a las naves de vela. Gil de Andrade que iba adelantado informó de que la flota turca se encontraba en el golfo de Lepanto, al resguardo de sus castillos.

La batalla de Lepanto (1571), grabado de Martino Rota.

Juan de Austria decide dirigirse a la isla de Corfú y convoca un consejo de guerra, pues al haber dejado atrás a las naves de vela, no disponían de medios de sitio para atacar los fuertes de Lepanto. Decidieron embarcar seis piezas gruesas de artillería de la defensa de Corfú y se hicieron a la mar el treinta de septiembre.

Se planteó un problema de competencias entre don Juan y los venecianos, originado en una galera veneciana, donde, por defender cada uno a su gente, se enfrentaron con las armas el capitán de la galera y el capitán de los soldados embarcados, con resultado del veneciano herido.

El almirante veneciano, Veniero, hizo que ahorcaran al capitán de los soldados puestos por don Juan, por lo que este convoca consejo de guerra del cual excluye a Veniero, y llama a Barbarigo en su lugar.

Juan Andrea Doria es partidario de volverse a España y dejar solos a los venecianos, a los que considera poco de fiar, dada su experiencia anterior.

Los generales al servicio del rey que hablaron después de él, defendieron esta postura, pero Álvaro de Bazán discrepaba, argumentando que el hecho de que Veniero hubiera hecho un disparate no era motivo para tirar por la borda todo el esfuerzo hecho hasta el momento.

Los que hablan después de don Álvaro apoyan su postura. Cierra el consejo don Juan, diciendo “Adelante, sigamos el parecer del marqués”. Deciden salir a la mar muy temprano, y formar una línea de combate a 15 millas de las bocas de Lepanto, esperaron dos horas y, si el enemigo no saliese, disparar sus cañones y regresar.

La batalla de Lepanto

Preparativos de los turcos

Alí había llamado a todos sus almirantes para concentrar sus fuerzas en Lepanto. El último en llegar fue Mahomet, Bey de Negroponte, con 60 galeras y 3.000 soldados.

En total reunieron 210 galeras, 87 galeotas y 120.000 combatientes, de los cuales 50.000 eran soldados, 15.000 tripulaciones y 55.000 galeotes. Los remeros estabas compuestos de prisioneros cristianos capturados en distintas batallas o asedios.

En total reunieron 210 galeras, 87 galeotas y 120.000 combatientes, de los cuales 50.000 eran soldados, 15.000 tripulaciones y 55.000 galeotes

Además, las piezas artilleras ascendían a 750, menos que las cristianas, aunque los arqueros llevaban flechas envenenadas y fueron muy útiles en los abordajes. Al igual que la flota cristiana, están divididos en cuatro cuerpos. Su formación era de media luna.

  • El primero, cuerpo derecho, al mando de Mahomet Siroco, gobernador de la ciudad de Alejandría, formado por 54 galeras y 2 galeotas.
  • El segundo, centro, mandado por Alí Bajá, general en jefe, con 87 galeras y 32 galeotas.
  • El tercero, cuerpo izquierdo, lo manda el corsario Cara Hodja con 61 galeras y 32 galeotas.
  • El cuarto, o escuadra de reserva o socorro, lo manda Murat Dragut, y tiene 8 galeras y 21 galeotas y fustas (4).

Las órdenes eran terminantes. El sultán Selim II ordenó a Alí salir a la mar en busca de los cristianos y combatirlos donde los encontrara. Cuando avistan a la flota cristiana, Pentey y Uluj Alí recomiendan retroceder y ponerse bajo la protección de los castillos, pero Alí, cumpliendo órdenes, manda atacar.

Representación de la batalla.

Preparativos de los cristianos

Los preparativos constan en la orden general de navegación y combate de la batalla de Lepanto mandada por Don Juan de Austria, capitán general de la armada combinada de la Liga Santa, en el puerto de Leguminizi el nueve de septiembre del año 1571, y dice:

“Deben tener mucho cuidado los que gobiernan la Armada de mantener vivo en sus gentes el espíritu religioso á tal que Dios nuestro Señor nos ayude en la santa y justa empresa que llevamos”.

Se ordenaba que la flota viajase con una avanzadilla con veinte o treinta millas delante de la Armada, a cargo de Fray Pedro Justiniano, prior de Mesina y Capitán General de las galeras de San Juan de Jerusalén, con seis galeras y dos galeotas.

En la misma orden de navegación se ordena que la cuarta escuadra, llamada "El Socorro", compuesta por 29 galeras y capitaneada por Don Juan de Caronna que era, Capitán general de las galeras de Sicilia, debía ir en la retaguardia de toda la Armada, recogiendo las galeras que se queden retrasadas y evitando que ninguna se quedase atrás.

Las galeras de la escuadra El Socorro llevaban un gallardete de tafetán blanco con un asta de pica, cuatro brazas encima del fanal (5).

Se ordenaba, asimismo, que toda la Armada proveyera de abundante agua donde se hubiere de hacer aguada, que esta se almacenase en las galeras y que no se gastase más que para lo necesario, ya que al ser tan grande la Armada, se temía tener dificultades para conseguirla en un único punto.

Se ordenaba que intentaran aprovisionarse con una distancia de cinco o seis millas entre cada escuadra y, en caso de tener por necesidad que hacerlo toda la Armada en el mismo punto, que lo hiciera toda la Armada al mismo tiempo.

La orden indicaba que la escuadra de vanguardia debía retrasarse a los lugares ordenados y que las galeotas de fray Scipin Ursino y de Francisco de Mecina debían de acudir al marqués de Santa Cruz para recibir órdenes.

Galera.

Las galeazas, según la citada orden, se distribuirían de la siguiente manera antes de la batalla: la galeaza Capitana y la de Andrea de Pessaro, con la escuadra de batalla para ser remolcadas por esta, y en el momento preciso se colocarían delante de la escuadra en derecho de la Real á tiro de cañón, esperando la orden para que se sacaran fuera de la batalla.

Las dos del duque de Florencia que eran, Capitana y Patrona irían al ritmo de la batalla y lucharían en la parte derecha la Capitana e izquierda la Patrona de la Real.

Las galeazas de Ambrosio Bragadini y Jacobo Gozo irían con el cuerpo derecho de la Armada a cargo del marqués de Santa Cruz, posicionándose para la batalla delante a la misma distancia; el Marqués se tenía que hacer cargo de remolcarlas y pasarlas delante.

Juan de Austria ordenó a los que estaban retrasados en Corfú que se dieran prisa y que pusieran orden, pues el tiempo era de suma importancia

Las dos galeazas de Antonio Ragaziniy Vicencio Quirino irían en el cuerpo izquierdo a cargo del Proveedor Soranzo, quien se encargaría de remolcarlas y posicionarlas para la batalla.

Partió la flota desde cerca de Corfú el treinta de septiembre y llegó a Leguminizi en la actual Albania que era un puerto con abundantes suministros.

Llegó una de las fragatas que había llevado Gil de Andrade, avisando que el turco se encontraba en el puerto de Lepanto y que había enviado sesenta navíos de remo y dos naves a Corn con enfermos para dejarlos allí.

Ordenó Juan de Austria a los que estaban retrasados en Corfú que se dieran prisa y que pusieran orden, pues el tiempo era de suma importancia.

Los vencedores de Lepanto: desde la izquierda, Juan de Austria, Marco Antonio Colonna y Sebastiano Venier.

La flota siguió en Leguminizi, incluso después de llegar Antonio Colonna con los retrasados de Corfú, debido al mal tiempo reinante, salieron del puerto el miércoles, día tres al amanecer, si bien llevaban preparándose para la batalla desde el día uno.

Al llegar ese mismo día tres a las nueve de la mañana al cabo Blanco, cerca de Cefalonia, Juan de Austria ordenó prepararse para la batalla a toda la flota. Don Juan de Austria fue personalmente por un lado de la Armada poniendo en orden de batalla y por la otra, el Comendador mayor de Castilla.

Navegaron toda la noche hasta las cuatro de la mañana y llegaron al puerto de Fiscardo al norte de la isla de Cefalonia. Llegó ese mismo día un barco desde Candía e informó de la conquista de Famagusta por los otomanos y que todos habían sido degollados.

Durante los siguientes días, hasta el de la batalla, fueron aproximándose al puerto de Lepanto, mientras don Juan de Austria enviaba vigías por mar y tierra para descubrir la armada turca.

El domingo, la guardia que estaba en los calcés (6) de la Real, avisó de que había descubierto una vela latina (7), y al poco toda la Armada turca. Don Juan de Austria ordenó subir vigías a los calces y que trataran de contar. Al poco llegaron los vigías de tierra confirmando que se trataba de la armada enemiga.

Don Juan mandó disparar una pieza de artillería y otras señales, previstas para avisar de la batalla. Se embarcó en una fragata con Luis Cardona, caballerizo mayor, y con su secretario, Juan Soto, y fue animando a sus soldados hablándoles de la victoria segura, pues iban a pelear por Dios, afirmando que lucharían hasta perder la vida, pues si la perdían, la ganarían.

Poco antes de la batalla, don Juan de Austria se puso de rodillas y oró a Dios pidiéndole la victoria para los suyos

Poco antes de la batalla, don Juan de Austria se puso de rodillas y oró a Dios pidiéndole la victoria para los suyos. Lo mismo hicieron todos los de la galera Real y del resto de la Armada. Tras esto les fue dada la absolución por los padres jesuitas y capuchinos enviados por su Santidad con el jubileo.

Don Juan de Austria cuenta que, en ese momento, “fue el mar aquietado de tanta bonanza, cuanta se pudo desear y forzó a la armada enemiga a plegar su velas y venir a remo”, lo que permitió a la flota cristiana ponerse en orden de batalla, especialmente el cuerpo izquierdo.

Según lo ordenado, el buque otomano Balsa disparó una pieza para pedir batalla, que fue contestada por don Juan de Austria con otra aceptando. Tras navegar una o dos millas en dirección al Balsa, mandó don de Austria Juan otra segundo cañonazo cuyo significado que aseguraba la batalla.

A la vista de la cantidad de velas, algunos propusieron reunión del consejo de guerra, a lo que don Juan de Austria respondió, “Señores, ya no es hora de deliberaciones, sino de combatir”.

Fresco de la batalla en el museo del Vaticano.

El combate

La flota cristiana, en formación de combate, apareció por la brecha que dejaban las islas de Kouhtsilaris y Oxía, seguida del ala derecha, que daba al mar abierto, al mando de Gian Andrea Doria y el ala izquierda, más próxima a la costa, estaba al mando de Barbarigo.

La división de reserva, dirigida por el marqués de Santa Cruz, aún no había alcanzado las islas y probablemente rebasó Oxia por el oeste. Al llegar el marqués felicitó a Juan de Austria por haber encontrado al enemigo, pero Andrea Doria no compartía su entusiasmo, ya que creía que eran los otomanos los que los habían localizado a ellos primero.

Pese a contar con un número similar de soldados, los galeotes de las galeras de los Habsburgo y del Papa, desprotegidos y mal armados, debieron ser de escasa utilidad

Cuando las fuerzas avanzaban, se toparon con un cambio en la dirección del viento, que comenzó a venir desde el oeste, lo que beneficiaba a la flota católica. Los sacerdotes de las galeras cristianas, que eran jesuitas en el caso de los Habsburgo y franciscanos en las venecianas, creyeron que aquello se debió a una intervención divina.

Pese a contar con un número similar de soldados, los galeotes de las galeras de los Habsburgo y del Papa, desprotegidos y mal armados, debieron ser de escasa utilidad.

Sin embargo, en el caso de las venecianas, aunque insuficientemente preparadas, contaban con casi todos los remeros reclutados y bien equipados, por lo que casi triplicaban el número de combatientes. Los hombres de las galeras de Creta, Dalmacia y las islas Jónicas estaban entre los mejor equipados.

Según Rufo en La Austriada, los otomanos contaban “con bombas de fuego, máquinas terribles de alquitrán que en el agua más se encienden, astas y flechas llenad de empecibles, verbas (8), cuyo veneno presto ofende. Arcabuces, mosquetes insufribles, cañones de quien nadie se defiende, y mucha confianza en la batalla que es la mejor ventaja que se haya”.

Cuadro de "La Batalla de Lepanto de 1571", pintado por Juan Luna y situado en el Senado de España.

Según el historiador de Cambridge Hugh Bicheno, el arma secreta de la a flota cristiana fue la habilidad de la infantería de marina española para usar picas a la hora de abordar las galeras.

El contingente dirigido por Mehmed Sirocco y Caur Alí rodea por el flanco izquierdo a la flota cristiana. Barbarigo los interceptará y combatirá con las cuatro primeras galeras que fueron llegando y, posteriormente, se encargará de ellos el grupo napolitano-veneciano de Canal. Posteriormente, se aproxima el grupo de diez galeras de Padilla.

El grupo de galeras de Creta, Dalmacia y Cefalonia lograran derrotar a las galeras de otomanas que se les enfrentaron. El grupo de galeras del Papa y de la Génova conseguirán introducirse en la brecha que había abierto en las líneas enemigas la galeaza de Ambrosio Bragadino.

En ese mismo grupo de galeras estaba la Marquesa, donde iba Cervantes

Cervantes en Lepanto.

De esta forma consiguieron rodear a los otomanos. En ese mismo grupo de galeras estaba la Marquesa, donde iba Cervantes.

La galeaza de Antonio Bragadino desordena las galeras de Siria y Anatolia, propiciando que las galeras venecianas y de las islas, al mando de Giovanni Contarini, pudieran derrotarlas. Posteriormente, las galeras venecianas se dirigirán hacia el norte.

El grupo de galeras de Nápoles y Venecia comandado por Marco Quirini logrará, junto con las naves del Papado y Génova, al mando de Orsino, derrotar al frente de Rodas. Posteriormente, Marco Quirini pone rumbo hacia el norte con sus galeras y Orsino se dirige hacia el sur.

Más adelante las galeazas de Andrea di Pesaro y sco Duodo rompen la línea otomana. Tras esto las unidades más potentes se concentran en torno a las naves capitanas de ambas flotas. En el caso cristiano, la capitana era la galera La Real, comandada por Juan de Austria, y en el caso otomano la galera La Sultana.

La Sultana se estrelló contra el lado babor de La Real. Los jenízaros asaltaron la proa del barco pero fueron barridos por la artillería. Los cristianos aprovecharon para ganar el primer enfrentamiento y luego, durante una hora más o menos, se sucedieron los ataques y contraataques en la cubierta de la galera otomana.

Durante todo ese tiempo, las galeras de apoyo no dejaron de suministrar refuerzos a las dos grandes galeras a través de las escaleras situadas en ambas popas.

Formación de ambos contingentes en la batalla.

El flanco izquierdo de la línea de batalla otomana se situará frente al flanco derecho de la flota cristiana, defendido por galeras maltesas. Los otomanos derrotarán ahí a las aisladas galeras de fanal de Saboya y Niccòlo Doria.

El grupo de Cardona, aunque llega tarde, consigue cargar en la brecha entre la línea de batalla de la flota cristiana y el ala derecha. El escuadrón izquierdo de Venecia es atacado duramente por galeras de Anatolia y galeotas argelinas.

El escuadrón exterior veneciano del lado derecho es casi aniquilado por las galeras que tuvieron en su frente las de Estambul y Negroponte y las galeotas argelinas dirigidas por Uluch Alí y su hijo Kara Bey.

Junto a esas galeras casi exterminadas, el grupo de galeras genovesas, sicilianas y napolitanas, que se hallaba en el extremo derecho, decide unirse al escuadrón de Juan Andrea Doria, que se encontraba tras ellos, y mientras lo hicieron controlaban a las galeras sirias que avanzaban.

Descripción de Luis Cabrera de Córdoba de la batalla

“Jamás se vio batalla más confusa; trabadas de galeras una por una y dos o tres, como les tocaba... El aspecto era terrible por los gritos de los turcos, por los tiros, fuego, humo; por los lamentos de los que morían. Espantosa era la confusión, el temor, la esperanza, el furor, la porfía, tesón, coraje, rabia, furia; el lastimoso morir de los amigos, animar, herir, prender, quemar, echar al agua las cabezas, brazos, piernas, cuerpos, hombres miserables, parte sin ánima, parte que exhalaban el espíritu, parte gravemente heridos, rematándolos con tiros los cristianos. A otros que nadando se arrimaban a las galeras para salvar la vida a costa de su libertad, y aferrando los remos, timones, cabos, con lastimosas voces pedían misericordia, de la furia de la victoria arrebatados les cortaban las manos sin piedad, sino pocos en quien tuvo fuerza la codicia, que salvó algunos turcos”.

Resultados de la batalla

Los cristianos efectúan el recuento de bajas en el puerto de Petala. Se contabiliza la pérdida de doce galeras cristianas, aunque posteriormente ascendieron a cuarenta por los graves daños sufridos. Las pérdidas en hombres fueron de 7.600 hombres, de los que 2.000 eran españoles, 880 de la escuadra del Papa y 4.800 venecianos. Hubo 14.000 heridos.

Fueron apresadas 170 galeras y 20 galeotas a los turcos, de las que solo 130 estaban útiles y las otras 60 fueron quemadas.

Se hicieron 5.000 prisioneros y se liberó a 12.000 cautivos cristianos. Se estimaron entre 25.000 y 30.000 los muertos del bando turco. Cabe hacer algunas observaciones:

  • Aunque los turcos tenían más hombres y más naves que los cristianos, las galeotas no podían oponerse a las galeras.
  • En las galeras turcas, salvo en las 40 o 50 galeras reales, había menos hombres de guerra que en las cristianas, gracias a la previsión de don Juan de Austria de embarcar tropas españolas en las galeras venecianas.
  • Los cristianos usaban arcabuces (9), mientras que los turcos preferían las flechas. Consideraban que en el tiempo de cargar un arcabuz un arquero podía disparar seis flechas. Pero ni los daños, ni el alcance, ni la puntería eran comparables.
  • Don Juan de Austria había ordenado rebajar los espolones de las galeras y serrar las esculturas de adorno de proa en el puerto de Mesina, con lo que los cañones tenían más campo de tiro.
  • Pese a la esperanza puesta en ellas, la potencia artillera de la galeazas no tuvo casi influencia en el combate, pero sirvieron para desbaratar la formación de combate turca, al adelantarse su cuerno derecho.
  • La victoria de la batalla fue atribuida a la Virgen del Rosario, por haberse celebrado el primer domingo de octubre, fecha en la que las cofradías del Rosario, fundadas por la Orden de los Predicadores, que era la orden a la que pertenecía el Papa Pío V.

Se frenó así el expansionismo otomano en el mar Mediterráneo oriental durante algún tiempo y se provocó que los corsarios aliados de los otomanos abandonaran sus ataques y expansiones hacia el Mediterráneo occidental.

En la historia de la guerra naval, la batalla de Lepanto marca el último gran enfrentamiento en el mundo occidental que se libró casi en su totalidad entre naves de remo, específicamente las galeras y galeazas, que eran descendientes directas de los antiguos barcos romanos de guerra, las famosas trirreme.

La batalla fue en esencia una batalla de infantería sobre plataformas flotantes

La batalla fue en esencia una batalla de infantería sobre plataformas flotantes. Fue la mayor batalla naval de la historia occidental desde la antigüedad clásica, con más de 400 barcos de guerra.

En las décadas siguientes, la creciente importancia del galeón y la táctica de la línea de batalla desplazarían a la galera como el principal navío de guerra de su época.

La victoria de la Liga Santa es de gran importancia en la historia de Europa y del Imperio Otomano, ya que marcó el punto de inflexión de la expansión militar otomana en el Mediterráneo, si bien las guerras otomanas en Europa continuarían durante otro siglo.

Tuvo una gran importancia simbólica en un periodo en el que Europa estaba desgarrada por sus propias guerras de religión tras la reforma protestante.

El historiador Paul K. Davis escribe que:

“Más que una victoria militar, Lepanto fue una victoria moral. Durante décadas, los turcos otomanos habían aterrorizado a Europa, y las victorias de Solimán el Magnífico provocaron una gran preocupación en la Europa cristiana. La derrota en Lepanto ejemplificó aún más el rápido deterioro del poderío otomano bajo Selim II, y los cristianos se regocijaron de este revés para los otomanos. La mística del poder otomano se vio empañada significativamente por esta batalla, y la Europa cristiana se animó”.

El Sultán Selim II.

En esta batalla participó como hemos visto anteriormente, el escritor Miguel de Cervantes, que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de manco de Lepanto.

Este escritor, que estaba muy orgulloso de haber combatido allí, la calificó como “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”.

También introdujo la historia en el Quijote, a través de la narración del cautivo, como típica obra de literatura de frontera.

Consecuencias de la victoria de lepanto

La batalla fue una significativa derrota para los otomanos, que no habían perdido una gran batalla naval desde el siglo XV. Sin embargo, la Liga Santa no supo sacar provecho de esta victoria.

Mientras que la derrota otomana ha sido citada como un punto de inflexión histórico en el estancamiento del avance territorial del imperio otomano, como así fue, no significó en aquel momento una inmediata retirada de los turcos.

A pesar de que la batalla confirmó la división del mar Mediterráneo, con una mitad oriental bajo el control otomano y una región occidental bajo los Habsburgo y sus aliados italianos, deteniendo la amenaza que suponían los otomanos a los territorios italianos, sin embargo, la Liga Santa no recuperó ningún territorio perdido previamente a Lepanto.

Así los resume el historiador Paul K. Davis:

“La derrota turca supuso detener la expansión otomana en el Mediterráneo, así como también supuso asegurar el dominio en Occidente y la confianza en el oeste de que los turcos, antes imparables, podían ser derrotados”.

Los otomanos fueron rápidos en reconstruir su armada. Para el año 1572, a los seis meses de la derrota, más de 150 galeras, 8 galeazas y más de 250 barcos fueron construidos, incluyendo ocho de los más grandes barcos capitanes jamás vistos en el Mediterráneo.

Con esta nueva flota el Imperio Otomano fue capaz de volver a asegurar su supremacía en el Mediterráneo Oriental. El ministro encargado por el Sultán Selim II, el Gran Visir Mehmed Solkullu, incluso se jactó delante del emisario veneciano Marcantonio Bárbaro alegando que el triunfo cristiano sobre Lepanto no había supuesto ningún daño al Imperio Otomano, mientras que la captura de Chipre por los turcos en el mismo año había supuesto un golpe significativo y le dijo:

“Vienes a ver cómo soportamos nuestra desgracia. Pero quiero que sepas la diferencia entre tu pérdida y la nuestra. Cuando os arrebatamos Chipre, os privamos de un brazo; al derrotar a nuestra flota, sólo nos has afeitado la barba. Un brazo cortado no puede crecer de nuevo; pero una barba esquilada crecerá mejor para la navaja...”.

La flota aliada cristiana volvió a la mar en el año 1572 y se enfrentó con una renovada flota turca de más de 200 naves bajo las órdenes de Kilic Alí Pasha, pero el comandante otomano evitó activamente enfrentarse a los aliados y volvió a la seguridad de la fortaleza de Modon.

La llegada de una escuadra española de 55 naves más favoreció aún más a los aliados y abría la posibilidad a un golpe decisivo sobre los otomanos, pero las fricciones entre los líderes cristianos y las reticencias de Don Juan de Austria desperdiciaron la oportunidad.

Revelación a san Pío V de la victoria de la Santa Liga en Lepanto.

Pío V murió el uno de mayo del año 1572. Los intereses divergentes de los de la Liga se empezaron a mostrar, y la alianza acabó por romperse.

La Liga Santa fracasó en su intento de tomar el puerto de Navarino en el año 1573. En su lugar, Don Juan de Austria ataca y conquista Túnez. Sin embargo, un año después es reconquista por los otomanos, lo que les permitió retomar su actividad naval en el mar Mediterráneo occidental.

Venecia que temía la pérdida de sus posesiones en Dalmacia, con una posible invasión del Friul y estaba deseosa de cortar con sus pérdidas y retomar el comercio con los otomanos, inició unilateralmente las negociones con el consejo de gobierno del Imperio Otomano.

La Liga Santa se dio por concluida con el Tratado de paz del siete de marzo del año 1573, que concluyó con la guerra veneciana-otomana

La Liga Santa se dio por concluida con el Tratado de paz del siete de marzo del año 1573, que concluyó con la guerra veneciana-otomana. Venecia fue forzada a aceptar los términos de un perdedor a pesar de la victoria en Lepanto.

Chipre fue formalmente cedida al Imperio Otomano, y Venecia acordó pagar una indemnización de 300.000 ducados. La frontera entre las dos potencias en Dalmacia fue modificada por la ocupación turca de pequeñas áreas, pero que incluían valles muy fértiles cercanos a las ciudades, lo que tuvo efectos adversos para la economía de las ciudades venecianas en Dalmacia.

Los otomanos conquistaron Fez en Marruecos por Abdul Malik en el año 1576. Esto reforzaría aún más las conquistas otomanas en Marruecos que comenzaron bajo Solimán el Magnífico.

El establecimiento de un protectorado otomano sobre la región supuso el control de toda la costa mediterránea sur bajo los turcos desde el estrecho de Gibraltar hasta Grecia, con la excepción de las plazas de Ceuta, Melilla y Orán.

Sin embargo, después del año 1580, el Imperio Otomano no pudo competir con los avances en la tecnología naval europea, especialmente el galeón, que empezaban a ser usados por la Armada Española.

El éxito de los españoles en el mar Mediterráneo perduró hasta la mitad del siglo XVII

El éxito de los españoles en el mar Mediterráneo perduró hasta la mitad del siglo XVII. Navíos españoles se aventuraron ya atacar la costa de Anatolia, derrotando grandes flotas otomanas en la batalla del cabo Corvo y la batalla del cabo Celidonia, la segunda de las cuales denotó la creciente superioridad técnica de las armadas europeas ante las musulmanas.

La expansión otomana por el Mediterráneo cambió según los otomanos fueron cambiando de objetivo, la guerra por tierra contra Austria por un lado, culminando en la Gran Guerra Turca de 1683-1699 y la Guerra con la Persia.


BIBLIOGRAFÍA

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Fernández, Cesáreo. “Armada española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón”. 1972. Museo Naval. Madrid.
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Jacopo, Ligozzi. “El retorno de los caballeros de San Estebán de la batalla de Lepanto (c. 1610”. Santo Stefano dei Cavalieri. Pisa.


(1) El estradiote es soldado de a caballo superior en calidad al arcabucero a caballo e inferior al caballo ligero.  El 20 de julio de 1507 hizo parte de la caballería española un nuevo cuerpo conocido con el nombre de estradiotes. Fue este una compañía de caballos ligeros, que al mando del capitán Francisco Valdés trajo desde Italia acompañando al rey Fernando II.
(2) Es un tipo de galera grande que se construyó durante los siglos XV a XVII. La época de mayor utilización fue la segunda mitad del siglo XVI. Con ellas se pretendía tener una nave con más artillería que las galeras y que soportase mejor la navegación en mar abierto. La proporción de eslora a manga era menor que en las galeras, siendo de 6 a 1 e incluso de 5 a 1.
(3) Un galeón es una embarcación a vela utilizada desde principios del siglo XVI. Los galeones eran barcos poderosos usados para el comercio o la guerra. Se convirtieron en el barco de comercio principal de las naciones europeas, y en su diseño se basaron los tipos posteriores de navíos de guerra de pequeño tamaño.
(4) Una fusta era una embarcación estrecha, ligera y rápida, de poco calado, impulsada por remos y vela, en esencia, una pequeña galera. Normalmente tenían bancos de remo a cada lado, de entre 12 y 18 hombres, un solo mástil con una vela latina triangular y normalmente llevaba dos o tres cañones. La vela se utilizaba para travesías y ahorro de fuerzas de los remeros, mientras que los remos propulsaban la nave dentro y fuera de puerto y durante los combates.
(5) Cada uno de los grandes faroles que, colocados en la popa de los buques, servían como insignia de mando.
(6) Parte superior de los palos mayores y masteleros de gavia, comprendida entre la cofa o cruceta y el tamborete.
(7) En náutica, la vela latina es un tipo de vela de cuchillo, o triangular, diseñada para propulsar a la embarcación por el viento. La vela latina se enverga en una percha que recibe el nombre de entena. Esta entena puede estar formada por una, dos o tres piezas. La parte más segura y gruesa y que queda abajo y a proa, recibe el nombre de car y la parte más delgada, que queda a popa y alta, recibe el nombre de pena. Si la entena es de una embarcación grande o ya es un poco vieja, puede llevar una tercera pieza, para reforzarla, llamada quimelca
.
(8) Arma que se lanza con la mano.
(9) El arcabuz es una antigua arma de fuego de avancarga, antecesor del mosquete. Su uso estuvo extendido en la infantería europea de los siglos XV al XVII. A pesar de su longitud, el disparo era de corto alcance (apenas unos 50 metros efectivos), pero letal; a esa distancia podía perforar armaduras. Era fácil de manejar y desplazó rápidamente el uso de la ballesta, que desapareció a mediados del siglo XVI.