La Chunga: la gitana que bailaba descalza
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Celín Cebrián | @Celn4
Este viernes, 3 de enero del 2025, moría La Chunga, tras luchar durante años contra el cáncer. Micaela Flores Amaya fue una leyenda del flamenco español con apellidos gitanos por los cuatro costados, con alma de niña y que bailaba descalza. Llegó a ser musa de Blas de Otero, Alberti o León Felipe, amiga de Dalí y Picasso y, cuando ya no pudo bailar más, se dedicó a la pintura, la otra afición. En la mayoría de las veces, ha expuesto sus cuadros de flores, de sus gitanos, y de sus cosas…, en la galería Ármaga de León, donde, entre charlas y risas, se quitaban el frío con un poco de cecina y chorizo picante.
El baile se lo dio todo. Era su tristeza, su gloria…, su vida, y con él le pudo comprar una casa a sus padres. No sabe el día que nació, pero sí sabe que fue en Marsella (1938), Francia, donde su padre había ido a buscarse la vida. Amiga de Ava Gardner, toda una belleza, que el día que la vio bailar en El Corral de la morería, le dijo que si no le importaría bailar para ella. La Chunga, le dijo que sí. Al llegar al hotel, la actriz le preparó agua caliente con sales para que sus pies estuvieran perfectos a la hora de bailar… descalza. Es más, a través de la norteamericana, llegó a hacer dos películas en Hollywood. Allí conoció a Robert Taylor. El empresario Sullivan la presentó en Las Vegas. Participó en varios programas de televisión y también actuó en México. Con el tiempo, bailó con los grandes de su tiempo, como Antonio Gades, Pilar López, Lola Flores… Lo de la Lola de Jerez era un caso aparte, porque, según La Chunga, Lola era una artista total y, como se sabe, el arte es sentimiento. Sin embargo, por quien sentía verdadera iración en el mundillo del baile era por su prima Carmen Amaya: “No porque fuésemos primas, que tengo muchas primas más, sino porque era la número uno como bailaora”.
Aprendió a leer y a escribir a los 18 años. Su madrina fue la Duquesa de Alba. Ella fue quien la acogió
Tradición gitana de una mujer fiel a sus principios, creyente, púdica, madre y esposa. Y a su vez transgresora, artista valiente, entre tablaos y flamencos, entre artistas, entre Madrid y París, desde Maxim's y El Corral de la Morería, entre Nueva York y Hollywood, entre poemas y pinturas, y por donde emergía el baile y aquella diosa llamada La Chunga de la que se desprendía tanta bondad…, que no le cabía en el cuerpo. Y añadía: “Yo sin mis rezos no me acuesto”. Respetaba a Dios pero no iba a misa. Sólo al Santo Niño del Remedio, que, según ella, era el que más le había ayudado. Aprendió a leer y a escribir a los 18 años. Su madrina fue la Duquesa de Alba. Ella fue quien la acogió.
Tuvo una infancia dura. Fueron años difíciles, durante los que la familia subsistía gracias a la caridad y a las monedas que la pequeña Micaela obtenía cantando y bailando. Los Flores regresaron a España en 1948 y se instaron en Barcelona, donde Micaela conoció a Francisco Rebes, que la introdujo en el mundo del arte. Ella comienza a aficionarse a la pintura. En el verano de 1953 conoció a Emma Maleras, la que sería su primera instructora de baile. Con ella, comenzó a actuar en el espectáculo de El Cortijo. La Chunga, en aquella época, no sabía ni los días de la semana, así que su profesora le abría la mano en abanico y le indicaba con los dedos cómo iba aquello.
Su debut como bailarina tuvo lugar en 1954 en una fiesta en Ibiza donde se arrancó por rumbas. De vuelta a la ciudad Condal, formó, junto a su prima Pepa y otros de la familia, un cuadro gitano y se convirtió en la musa de algunos artistas catalanes, como Miró y Lorena Artigas, o de los poetas del momento, Luis Felipe, Caballero Bonald, José Bergamín… Todos escriben de ella. Y comienza a ser conocida, hasta tal punto que Pastora Imperio decide contratarla en 1956 para su cuadro flamenco y llegan los años de éxito: París, Londres, Europa y Norteamérica. En 1957 regresa de nuevo a Barcelona y actúa en el teatro Candilejas, junto a José Pubil, famoso guitarrista, y Los Pelaos. En los sesenta, recorrió la Costa Brava y actuó en el teatro Victoria de Barcelona con Pepín Cabrales, El Chaleco, Ramón Vélez, Paquito Izquierdo y Manolo Sisón. Años después, llegaría a actuar en el Liceo. En cuanto a La Chunga como pintora... Esa faceta salió a la luz en 1988, a raíz de una exposición individual que hizo en la Galería Centro Naïf de Madrid.
La Chunga es arte, genio y elegancia. Y también es la historia del flamenco del siglo XX
La Chunga es arte, genio y elegancia. Y también es la historia del flamenco del siglo XX. Como escribe Juan Carlos Pajares “baila La Chunga descalza volando sobre los lienzos…, donde nacen las flores y se abren los patios…”. Grandeza y azahar. Cuando baila, tiembla el suelo. Sin embargo, cuando comenzó a bailar en Montjuic, no tenía dinero ni para comprarse unos zapatos. Cuando nació era poquita cosa, una gitanilla sin estudios, fea y muy negra, vamos, un poco mal hecha, y de ahí que sus padres la aposasen La Chunga. Pero, ay, luego estaba su arte y sus manos… Lo de las manos de Micaela era espectacular. Nadie movía las manos como ella. Era una mujer de raza, como aseguró Charo Reina. Le imponía tanta bravura a su baile…era tal el frenesí, que llamó la atención de pintores, intelectuales y de los propios flamencos, si bien, en sus comienzos, era una gitana que iba con el carro por los pueblos con su familia y algunas veces no tenían más remedio que entrar a algún huerto y coger unas patatas o cuatro judías. Nunca tuvieron problemas por eso. Según Micaela, “antes, la gente en los pueblos tenía buen corazón y nos ayudaban, no como ahora, que cada uno va a lo suyo”.
Sus pies descalzos conquistaron el mundo
Era gitana, pura gitana, espontánea y fresca, además de ser una de las bailaoras más carismáticas de nuestro país, no sólo por bailar descalza, sino por su temperamento, por su arte. Lo de bailar descalza era, quizás, una manera de acordarse de su infancia en las chabolas en Barcelona , cuando no tenían perras para zapatillas. Era una mujer sencilla, agradecida… Según ella, para bailar bien había que pasar hambre y frío. Siempre dispuesta a contar alguna que otra anécdota de su vida. Era una mujer llena de anécdotas. Sus pies descalzos conquistaron el mundo.
Nunca aceptó tratos de cama. Se separó matrimonialmente a finales de los setenta y dijo que no quería casarse con un gitano, ya que no les gustaba trabajar. Luego, con el tiempo, fue cambiando de opinión. Luis Miguel Dominguín la invitó a verle torear y le presentó a Picasso, que estaba sentado en una mesa de mármol, con su mujer y su hijo. Micaela le llevó un jamón y también le regaló un cuadro suyo. Al parecer, el pintor quería “roneo” con ella, pero ahí quedó todo, en una suposición. Y fue ahí también donde surgió aquella frase de Picasso que se hizo famosa: “He necesitado 70 años para hacer lo que hace esta chiquilla”.
La Chunga como pintora es autora de una obra basada en el movimiento intuido, en un lenguaje con un cromatismo muy vivo
La Chunga como pintora es autora de una obra basada en el movimiento intuido, en un lenguaje con un cromatismo muy vivo, donde la autora se evade, sueña, y ahonda en la tradición de su cultura, en el espíritu de su pueblo, la memoria, su niñez, del traje de faralaes a un mundo de sensaciones íntimas. Es un arte sencillo, como ella misma, de formas simples y reconocibles, llenas de vida y de color. También de luz, de esa luz andaluza, esa luz de toda España que se refleja en sus cuadros, como la exposición que se inauguró en Cock, antaño la trastienda del Museo Chicote, donde se respira belleza, poesía y una emotividad que raramente encontraremos en esa otra pintura más academicista.