'La zapatera prodigiosa': farsa violenta para reflexionar sobre los límites de lo privado
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Antonio Descalzo |
José Maya Cortés dirige brillantemente una obra en la que la escenografía, la música y un duelo a muerte a través del baile impulsan una historia que no deja de repetirse por mucho que intentemos desterrarla, la lucha de una mujer contra una sociedad que sabotea a la feminidad y por ende a la libertad.
Desde del 11 de enero, los días 9 de febrero, 2, 23 y 30 de marzo se podrá disfrutar de esta reinterpretación de la obra de Federico García Lorca en el teatro Pavón (Embajadores 9) de Madrid.
La zapatera prodigiosa es una obra estrenada en los años 30 en la que el autor narra la historia de una joven y enérgica zapatera que lucha por encontrar su identidad y libertad dentro de su matrimonio con un zapatero mayor. La obra explora temas de amor, libertad y la lucha contra las expectativas sociales. Con humor y poesía, Lorca presenta una crítica a las normas sociales y un retrato de la resiliencia femenina.
Para esta propuesta, José Maya ha compuesto una obra apoyada en fuertes pilares, el primero de ellos es una escenografía que permite reflexionar sobre los limites de la privacidad. Ventanas, puertas y espejos sin cristales, inacabadas, traslucidas y para colmo, móviles.
Otro de los pilares en los que se sustenta la obra es la música. José, (hijo de la gran bailaora Fernanda Romero y del cantaor “El Gallina”) por su legado, no podía dejar pasar la oportunidad de dejar un sello personal a través de detalles que son un denominador común en toda la obra. Estoy hablando del ritmo, del rasgueo de una guitarra, de la soleá, del tacón de una bota y del quejío de una mujer en su desespero.
Y como no, el último pilar en el que podría apoyarse un genial bailaor como el, debía de ser lo corporal, lo gestual, el movimiento hecho palabra.
Lydia Aranda, la actriz protagonista da buena muestra de lo importante que es el lo corporal cuando queremos saber sobre los sentimientos, la personalidad e incluso los anhelos que tienen las personas.
Para resaltar este último pilar, dos hombres (José Maya y Alfonso Losa) dirimen sus diferencias en un duelo en el que las armas que enfundan son sus chasquidos de dedos, sus pies, sus brazos y el talento con el que son capaces de engarzar el compás en un dialogo vibrante y violento.
Una historia de generosa simpleza, de trasfondo plagado de aristas, con un elenco equilibrado y bajo la dirección de alguien que conoce muy bien el mundo del espectáculo.