Los partidos de izquierda en EspaƱa cometen el error de considerar al PP como un partido mĆ”s dentro de la democracia espaƱola, como si fuera un partido que hubiera asumido los principios de una democracia. Y sin embargo el PP no se comporta como tal, como luego enumeraremos. El PP es el heredero de Alianza Popular, que fue el recipiente donde fueron a caer los franquistas de la dictadura que quisieron seguir en el poder āfuera pequeƱo o grande, local o estatalā. En Alemania, en Italia, en Francia, los partidos que estuvieron al lado o justificando el nazismo fueron desapareciendo e, incluso, fueron ilegalizados. Es en los Ćŗltimos tiempos donde han renacido de nuevo, aunque con otras etiquetas. En EspaƱa, tras una transición oportunista por todos los lados, los franquistas permanecieron en el poder, en el judicial, en el poder local y, mĆ”s tarde, en el autonómico, ademĆ”s de el estatal. Sólo hay que ver algunas biografĆas de algunos de los actuales lĆderes (Aguirre, Gallardón, Oreja, Rato, Aznar, etc.). Fraga, un ministro del dictador y genocida Franco, fue varias veces ministro y embajador en el Reino Unido durante la dictadura, y este tipo fue durante mucho tiempo āhasta su muerteā presidente del PP. El inmenso error de los partidos de izquierda āPSOE Y PCEā fue considerar que la democracia se constituirĆa sobre dos pilares: la confusión entre sistema electoral y democracia, y la llamada āreconciliaciónā. Con ello quedó indemne todo el poder franquista en las instituciones. Pero lo peor de esta falsa transición y esa falsa reconciliación es que ha dejado un cuerpo electoral de origen franquista que vota ahora en masa y acrĆticamente al PP. No es que todo el que vote al PP sea franquista, pero sĆ es verdad que todos los franquistas votan al PP. Que los partidos de izquierda hayan confundido la polĆtica como manera de ocupar las instituciones con la sociologĆa polĆtica āque ataƱe y se manifiesta en las eleccionesā se debe a que estos partidos se han creĆdo el mito de la transición ejemplar y se han olvidado de la sociologĆa polĆtica. El llamado suelo electoral del PP es franquista, suelo al que se han incorporado nuevas generaciones que aspiran a algĆŗn tipo de privilegio o que desean mantener el que creen tener. No debiera sorprender esta permanencia en la historia, y menos en la historia de EspaƱa, donde un fenómeno menos traumĆ”tico que una dictadura de 40 aƱos como fue el carlismo ha sobrevivido durante mĆ”s de un siglo (recuĆ©rdese los sucesos de Montejurra de 1976). Y ahora, cuando este partido heredero del franquismo ha obtenido de nuevo la mayorĆa absoluta, asoma lo que siempre han tenido los partidos de derecha en EspaƱa desde que existen como tales (desde el reinado de Isabel II): su carĆ”cter totalitario. Me refiero a los partidos de Ć”mbito nacional, no asĆ los partidos nacionalistas, que han tenido otra historia, a veces enfrentada con los nacionales.
Ahora el PP se va atreviendo con todo: 1) De entrada su llamativa oposición y boicot a la almibarada ley de la Memoria Histórica, que el partido que la promulgó āel PSOE, claro- la dejó en manos de los poderes locales; 2) Llamativo es el cambio de la ley para el nombramiento de un comisario polĆtico en RTVE. Como alumnos de Goebbels -el famoso ministro de propagada nazi- los del PP saben de la importancia de la propaganda, sobre todo cuando se hace lo contrario de lo que se promete y se miente sobre la realidad (Zapatero manirroto, cuando fue el lĆder socialista quien comenzó con los recortes en mayo del 2010); 3) Es imprescindible para seguir engaƱando crear todo un diccionario de eufemismos para no llamar a la realidad por su nombre (āgravamenā por amnistĆa, āretraimientoā por eliminación, āayudaā por rescate), lenguaje que recuerda los inventados por Aldous Huxley en Un Mundo Feliz; 4) El ataque al Estado de Bienestar, reduciendo sus presupuestos hasta llevarnos a una segura recesión económica. El PP habla de reducir el gasto pĆŗblico en Ā”102.000 millones de euros en tres aƱos!, cantidad que es casi un tercio del presupuesto espaƱol actual. Si eso se llevara a cabo volverĆamos a la Ć©poca del Auxilio Social y las cartillas de racionamiento; 5) Y este ataque viene respaldado a su vez por uno de los mantras que se ha instalado en el PP y en sus votantes: que los funcionarios son demasiados, ademĆ”s de ser unos vagos redomados (lo del cafelito del cretino de Beteta). Y lo terrible no sólo es este nuevo chivo expiatorio que el PP ha hecho explĆcito, sino cómo quiere cargarse este partido la función pĆŗblica, función que es imprescindible para el mantenimiento del Estado de Bienestar: mediante la eliminación de una paga (que otro cretino como Montoro lo llama āretraimientoā). Eliminación, ademĆ”s, de dudosa constitucionalidad. Es todo un golpe al Estado; 6) No hay que olvidar la laminación del derecho laboral de hace unos meses, de segura inconstitucionalidad en algunos puntos; 7) TambiĆ©n las dudas sobre si mantener o no los 400 euros a los parados que hubieran agotado las prestaciones contributivas; 8) La amnistĆa fiscal a los que, teniendo una deuda tributaria segĆŗn las leyes existentes, se les ofrece lo que llama el ministro de Hacienda un āgravamenā de un 10% sobre dicha deuda, incluso aun cuando fuera una deuda de origen delictivo. Ley esta tambiĆ©n de mĆ”s que dudosa constitucionalidad; 9) Pero donde se manifiesta la vĆa totalitaria que ha emprendido el Partido Popular es el ataque sistemĆ”tico a los inmigrantes. Es el nuevo chivo expiatorio, al igual que los nazis forjaron el antisemitismo como forma de culpabilizar de la situación económica de Alemania durante la RepĆŗblica de Weimar. Ahora se intenta que los āsin papelesā, los ilegales, deban pagar 710 euros al aƱo para ser atendidos dentro del Sistema PĆŗblico de Salud. La cosa es cruel, porque serĆ”n ilegales o sin papeles segĆŗn las leyes que el propio Rajoy y sus secuaces en el Gobierno vayan sacando. Bien es verdad que ya abrió esta caja de Pandora de alguna manera el propio PSOE en el gobierno anterior, uno de sus mayores errores; 10) Hay otros mantras totalitarios que el PP quiere ofrecer a sus votantes. Por ejemplo, el antisindicalismo, la onición del sindicalismo bajo el pretexto de acabar con los liberados; 11) Otro mĆ”s: la consolidación en el PP āa falta de ideas creativasā del antisocialismo y el antinacionalismo. MĆ”s en concreto, el anti-PSOE, el anticatalanismo y el antivasquismo. Nada originales, por cierto, porque son antis importados del franquismo, que los ensanchó āno los inventóā junto con el anticomunismo, el antibolchevismo y las conjuras masónicas.
El uso de estos antis en plena crisis y futura recesión recuerda la creación y, sobre todo, el impulso del partido nazi en Alemania. AquĆ, sin embargo y por motivos obvios, no hay el otro gran mantra que usaron los nazis del partido (NSDAP): las reparaciones de guerra. Digamos que el equivalente serĆa āla herencia recibidaā del PSOE. Al igual que en el partido nazi y en contra de la creencia popular, tanto en el PP como en el NSDAP se dio ese divorcio tradicional de los partidos de la derecha: que sus militantes son de una extracción social y sus votantes son mayoritariamente de otra cuando adquiere su plenitud āla intención de votoā. DifĆcilmente pude pensarse que le conviene a los mĆ”s de diez millones de votantes del PP la polĆtica del gobierno del PP. De ahĆ la necesidad de la mentira, de la propaganda, del eufemismo y del control de cuantos mĆ”s medios de comunicación, sean pĆŗblicos o privados. Ese divorcio tambiĆ©n se vio en el surgimiento del fascismo, donde el apoyo popular es discutible desde que Mussolini creara el primer fascio (ver Historia general del siglo XX, de Giulano Procacci) en marzo de 1919. Tan poco se fiaba el dictador italiano de sus fuerzas que cambio desde el poder la ley electoral (la legge Acerbo) para asegurase su continuidad. Con esa ley sólo podĆan votar los mayores de 21 aƱos que pagaran cuotas sindicales āel fascismo surge como una modalidad de sindicalismo vertical, otra analogĆaā o que pagaran impuestos de mĆ”s de 100 liras. En el surgimiento del nazismo ese apoyo popular es mĆ”s tardĆo. Desde que Hitler se convierte en lĆder del partido nazi (NSDAP) en 1921 hasta 1930 no pasa el partido de 12 diputados. Es en este aƱo donde eclosiona el partido y saca 107 diputados al Parlamento con 6,4 millones de votos, pero inferior al partido socialista (SPD), que obtiene 8,5 millones en ese momento (ver El nazismo alemĆ”n, de Julio Aróstegui).
Aunque haya diferencias entre el surgimiento del PP y los partidos fascistas y nazis, resultan preocupantes sus analogĆas: el poco respecto a la democracia, confundiendo Ć©sta con un mero sistema electoral, la creación de chivos expiatorios (judĆos, inmigrantes), el asalto al Estado (cambio de la ley para controlar la televisión pĆŗblica de Ć”mbito estatal), los antis (antisocialismo en el PP, antijudaĆsmo en el nazi), el intento de controlar los aparatos judiciales del Estado (el Consejo General del Poder Judicial, el Supremo, el Constitucional), la propaganda y la mentira como instrumentos de poder (la repetición de la mentira de Goebbels) y el divorcio permanente en la extracción social y de renta entre los militantes del partido y sus votantes. Coinciden tambiĆ©n ese apoyo popular en dos crisis económicas, aunque se ha exagerado la influencia de la misma en el caso alemĆ”n y creo que se ha de apostar mĆ”s por los mitos inventados por los propios nazis y por las reparaciones de guerra. El gran problema del PP es el nulo carisma y nulo tambiĆ©n nivel intelectual de sus lĆderes actuales. PiĆ©nsese que Rajoy -y no digamos la inefable E. Aguirreā son prĆ”cticamente analfabetos funcionales. Y tampoco van mĆ”s allĆ” en el terreno intelectual los Aznar, los Oreja o las BarberĆ”. Si han llegado al poder es fruto de una clarĆsima selección adversa.
Por ello me ha parecido siempre un error cualquier intento de llegar acuerdos con el PP. Este partido aspira a la totalidad, al poder absoluto, a saltar el escollo del sistema electoral para llegar al poder, considerando que cuando se ganan las elecciones se tiene derecho a cambiar todo y de cualquier manera, sin respectar el Estado de Derecho y el Estado de Bienestar. Creo que es hora de aislar al PP en su concha de tintes fascistoides y presentar un frente democrĆ”tico para las próximas elecciones āque a lo mejor son antes de lo que pueda pensarseā para iniciar de verdad una transición democrĆ”tica sociológica, no sólo meramente institucional como la que se ha dado. Que a estas alturas el PP siga manteniendo una intención de voto del 30% con todo lo que ha hecho este partido en el Gobierno es sĆntoma de que algo se viene haciendo mal desde la llamada Transición por los partidos de izquierda. El PP ha convertido con sus leyes en terroristas de Estado a sus propios votantes, porque un voto a este partido es un voto contra los inmigrantes, contra los funcionarios, contra el Estado de Bienestar, contra el Estado de Derecho, contra los derechos laborales, contra los nacionalismos históricos y por la recesión económica y el paro. Lo cual es gravĆsimo y significa que la estrategia de la izquierda ha estado errada desde hace mucho tiempo, desde la misma muerte sin juicio del dictador.