
El primer ministro de Israel ha defendido esta semana en Washington su oposición frontal a las negociaciones sobre el programa nuclear de IrĆ”n, afianzando su confrontación con la istración norteamericana, con el apoyo de la oposición republicana, fortalecida en el Congreso. Netanyahu presentó su oposición al proyecto nuclear de IrĆ”n como un "combate contra la tiranĆa", lo que valió a sus exĆ©getas para compararlo con Churchill en su llamada la resistencia frente a los nazis. Tal vez consiguiera lo que buscaba. ĀæPero a quĆ© precio?
EL RUIDO Y LA FURIA
PresentĆ”ndose como defensor a ultranza de la seguridad de su pueblo, buscaba agrandar su estatura de lĆder nacional, en vĆsperas de unas elecciones, cuando su credibilidad, capacidad y habilidad para serlo estĆ” mĆ”s cuestionada que nunca. Lo estĆ” para sus adversarios, en el centro y en la izquierda; pero tambiĆ©n para sus aliados de la derecha, que desconfĆan de su cinismo polĆtico, de su propensión al oportunismo y la maniobra, y se creen capaces de apartarlo de la posición predominante entre el electorado conservador o tradicional.
ĀæQuĆ© ha obtenido? Un homenaje ruidoso, pelĆn extravagante, un tanto obsceno, viniendo de los patricios de la polĆtica norteamericana. MĆ”s allĆ” de las motivaciones partidarias que sin duda las tiene, se entiende el comentario de la congresista demócrata Nancy Pelosi: āNetanyahu ha insultado a la inteligencia de Estados Unidosā por sus burdos reproches al esfuerzo de la istración por conseguir un control negociado del proyecto nuclear iranĆ.
ĀæEl precio? El daƱo ocasionado a uno de los activos mĆ”s sólidos, inconmovibles y permanentes de la polĆtica exterior norteamericana: el apoyo prĆ”cticamente incondicional a Israel, por encima de cualquier división polĆtica o ideológica. No es extraƱo que Netanyahu se disculpara por haber creado esa incomodidad tan irritante entre republicanos y demócratas. Sabe que lo ha hecho, que ha sido el causante necesario. Por mucho que, en la tribuna, dejara escapar unas cuantas lĆ”grimas de cocodrilo por las fricciones de los Ćŗltimos meses.
Lo peor para el primer ministro israelĆ es que, al cabo, todo este estropicio puede volverse dramĆ”ticamente contra Ć©l, si, como parece, las negociaciones de Ginebra concluyen de manera satisfactoria y creĆble. Y mĆ”s aĆŗn si, pese a todo su empeƱo teatral, los israelĆes ponen por encima de los cantos de sirena y las invocaciones catastróficas, la necesidad de un cambio, de una mayor flexibilidad, de una recuperación de la sensatez en las relaciones con el estado y/o paĆs que ha sido, es y seguirĆ” siendo el principal protector de Israel.
LA INCONSISTENCIA DE NETANYAHU
Las negociaciones nucleares con TeherĆ”n pivotan sobre un objetivo cardinal: ya que la infraestructura atómica de IrĆ”n es un hecho, se tratarĆa de limitar la dimensión y el desarrollo de las instalaciones y establecer un sistema de control y verificación para impedir que IrĆ”n pueda pasar a la fase de construcción de la bomba en menos de un aƱo. A eso se le llama, en la jerga tĆ©cnica de las negociaciones, el ābreak-outā.
Obama y sus colaboradores se empeƱan en consolidar garantĆas. Si IrĆ”n incumpliera el acuerdo, o se negara a prolongarlo cuando termine la vigencia del mismo (se barajan al menos 10 aƱos), Estados Unidos se asegurarĆ” de tener tiempo suficiente para detener la producción del arma nuclear ofensiva. Es lo mĆ”ximo que se puede hacer. No es lo ideal, por supuesto, pero no hay mejor alternativa.
La posición de Netanyahu es arriesgada porque estĆ” fundamentada en un farol demasiado grande para esconderlo. Califica el presentido acuerdo como "malo, muy malo", pero su apuesta es pura y simplemente militar. Aunque no lo diga de forma expresa, sus fórmulas son, mutatis mutandis: āliquidemos las instalaciones nucleares de IrĆ”nā. O, incluso, de forma mĆ”s esquinada y peligrosa: āforcemos la caĆda de los ayatollahsā.
La posición de la istración norteamericana, aunque haya suscitado crĆticas de algunos escĆ©pticos, es compartida por la mayorĆa de analistas y expertos, participantes o no en algĆŗn momento de las negociaciones. Incluso los que dudan del posible acuerdo entre IrĆ”n, de su voluntad negociadora y mĆ”s aĆŗn de su compromiso por cumplir lo pactado, reiteran que Netanyahu no ofrece una alternativa mĆ”s creĆble (1).
Los Ćŗnicos que han hecho la ola a Netanyahu, los que lo aclaman como un semidiós de la democracia en un entorno regional de tiranĆa, guerra y caos, son la gran mayorĆa de los republicanos, algunos demócratas (por convicción o por miedo a perder el respaldo del lobby judĆo), Republicano (o la mayorĆa de ellos), los agitadores derechistas sin conocimientos de la realidad internacional y, ante todo, los que, por encima de cualquier consideración polĆtica o estratĆ©gica, odian a Obama.
EL PULSO DE OBAMA
El Presidente parece haber renunciado a la reconciliación con Netanyahu. Y aunque evita cuidadosamente inmiscuirse en las elecciones israelĆes, uno de los principales artĆfices de su campaƱa de reelección asesora a una ong israelĆ que persigue la derrota del actual primer ministro. En su comentario al discurso de Netanyahu en Capitolio, Obama se mostró suavemente desdeƱoso. Dijo que no lo habĆa escuchado porque a esa hora participaba en una video conferencia con lĆderes europeos para tratar de Ucrania. Pero afirmó que, segĆŗn un resumen que habĆa āojeadoā, el primer ministro israelĆ no habĆa dicho ānada nuevoā y calificó su presencia en el Congreso como gesto āteatralā.
DĆas antes, su consejera de seguridad nacional, Susan Rice, habĆa dejado traslucir la frustración de la Casa Blanca por la conducta de Netanyahu, al definir como ādestructivaā la conducta del mandatario israelĆ. āTemporalmente destructivaā, matizó luego Obama, en un guiƱo mĆ”s diplomĆ”tico. Ciertamente, un Presidente norteamericano no puede mantener por mucho tiempo la tensión con Israel, o con su principal dirigente, aunque Obama no es el primero que ha tenido que soportar esta situación.
Clinton no escondió sus preferencias por Shimon Peres en las elecciones de 1996, harto de la arrogancia del Netanyahu emergente de entonces en el asunto de la colonización de Cisjordania. Y Bush padre llegó a negarle al entonces lĆder derechista, Isaac Shamir, las habituales garantĆas de los prĆ©stamos suscritos por Israel, por el mismo motivo. HabrĆa mĆ”s ejemplos históricos de desencuentros, pero nunca se habĆa llegado tan lejos, ni la disputa en las ārelaciones privilegiadasā habĆa adquirido un tono tan agrio.
Hay pronósticos para todos los gustos. Pero da la impresión de que Obama ha cruzado el Rubicón con Netanyahu y ahora cualquier vuelta atrĆ”s dinamitarĆa su credibilidad y proyectarĆa una sombra daƱina sobre su legado. DespuĆ©s de todo, los dos tercios de los norteamericanos favorecen un acuerdo con IrĆ”n, sin apenas distinción entre ciudadanos demócratas y republicanos (66%/61%).
Netanyahu puede haber cometido un grave error de cĆ”lculo. De poco podrĆa valerle haberse exhibido como Apolo en el Capitolio, donde quizĆ”s haya obtenido el certificado de autenticidad a sus predicciones catastrofistas sobre un IrĆ”n nuclearizado, si la Casa Blanca consigue reducirlo a Casandra y convencer a Estados Unidos y al mundo que sus vaticinios son pura invención oportunista o delirio desconectado de la realidad.
(1) THOMAS FRIEDMAN. āWhat Bibi Didnāt Sayā. NYT, 3 de marzo. Un ex-negociador con IrĆ”n, Ihra Goldenberg, llega incluso a sugerir que Netanhayu podrĆa haber aceptado parcialmente el acuerdo, pese a la retórica combativa de su discurso (āA silver lining in the Netanyahuās thunderous speechā, firmado por YOCHI DREAZEN, enFOREIGN POLICY, 3 de marzo).