LIBROS

Ignacio Peyró y una lectura placentera sobre Julio Iglesias

Sobre El español que enamoró al mundo: una vida de Julio Iglesias.

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Tiene tan poco interés para mí la vida de Julio Iglesias que ni siquiera todo el arte literario sandunguero de Ignacio Peyró acaba por completo de concitarlo y eso que su empeño es mayúsculo, meritorio, incluso impropio de mi desgana y quizás mi ceguera, que no mi displicencia. Hablo de El español que enamoró al mundo: una vida de Julio Iglesias. Al autor le puedo decir que esté tranquilo, que, en efecto, la narración de los avatares de la megaestrella es “legible” y es “placentera”. Prueba superada. Con creces. Al fin y al cabo, como Peyró mismo dice, “en literatura, el tema, siendo muy relevante, está subordinado a lo que se logre hacer con él”. Y con este tema, ya digo, es mucho lo que se alcanza en esta obra.

¿Hay una España que se deja leer a través de la vida de Julio Iglesias, como leo en el volumen?

Por situarnos, Julio Iglesias es, dice Peyró en este libro de comienzos de 2025, “el español más conocido del siglo XX tras Dalí y Picasso”. Alguien a quien “la ironía posmoderna le ha regalado ya su forma suprema de inmortalidad: convertirlo en meme”. Alguien, quien, “en el mejor de los casos —él mismo lo sabe—, su música pertenece al género de los placeres culpables”. Alguien a quien tener antipatía “sería como sentir odio a los delfines”.

Alguien sobre quien el autor es incapaz, y mira que lo intenta, de explicar la razón de su éxito universal, ni siquiera que se dedicara a la música si días antes de que comenzara a cantar no se tenía más noticia de su relación con ese arte que, cuando estuvo convalecientísimo en el hospital, un practicante de la casa familiar le regalara su primera guitarra (de tuno, por cierto): “ese día sin saberlo, se convirtió en cantante”.

          “La coyuntura orienta, no determina”.

 

En cualquier caso, Peyró quiere con su libro, él mismo lo especifica, ayudar a que se pueda volver a mirar a Julio Iglesias “para purgar algún complejo de culpa cultural”. Sic. Claro, como el cantante no ha tenido jamás “entre sus prioridades ser contemporáneo”, por eso “le han venido las miradas intelectuales por encima del hombro”. Sic + ¿?

          “Él tenía que ser estrella o nada”.

Si me preguntas cuál es la mejor gracieta del libro te responderé que cuando Peyró dice que Isabel Preysler, la primera esposa del cantante, no sabía que al casarse con Julio Iglesias con quien realmente lo había hecho era con Excalibur. Mucho más hilarante que esa otra de “al contrario que a sus compatriotas de otros tiempos, para hacerse con América, Julio Iglesias no había necesitado conquistar: le bastó con seducir”. O aquello otro de que “la tortilla de su madre —con cebolla, por supuesto— se ha llevado más alabanzas que la Victoria de Samotracia”. Tampoco está nada mal lo de que esa lucha de Julio “con la lengua de Shakespeare es una lucha de la que Shakespeare se resiente todavía”. Donde no sabría poner es la frasecita de que “es un caballero español a quien lo cortés nunca ha quitado lo caliente”. Y ya acabo, porque hay docenas más de ese cariz.

Vayamos con el retrato que se hace en El español que enamoró al mundo de Julio Iglesias (quien “siempre que habla se las arregla para hacerlo en un idioma de su particular invención”). Pero, primero, esto que se nos cuenta que dejó escrito sobre él Francisco Umbral: «Antes que el triunfo de la personalidad, es el triunfo de la impersonalidad».

Julio Iglesias es un ser humano (cuya vida ha sido un “valle de orgasmos”) que “lleva una vida entera de fidelidad a sí mismo”; un caso casi único de quien “anuncia su ambición de ser una estrella total y llega a serlo”; junto al Real Madrid, es el único producto universal de la derecha madrileña (toma ya); un músico “que no va a ser moderno ni un solo minuto de su arte (a cambio, sí lo será de su vida)”; un artista para el que, lejos de arriesgarse cuando se sobreexponía, en su caso, “sin sobreexposición no habría sido nada”; un tipo que ha quedado grabado en el imaginario popular a través de los medios de comunicación más como algo propio del “género de la frivolidad que de la historia cultural”; alguien de una sensible “afición por los países de fiscalidad opaca y fácil, común entre quienes pueden sufragársela”; alguien “consciente del deber de ganarse el champán con el sudor de su frente”; en fin, “un señor de derechas tolerante y no sectario, con una inclinación muy clara por españolear”.

          “Un crooner reposado”.


¿Sabías que Julio, “ahora mismo más mito que cantante”, se ha enfrentado a Donald Trump, llamándole incluso vulgar y que se comprometió a no volver a cantar en su casinos debido a “su sesgo contrario a los hispanos?

Lástima que Ignacio Peyró no diga nada en su divertido libro de la relación entre Julio y el derecho istrativo.