
Por En un artĆculo anterior estudiamos la convergencia de las fuerzas polĆticas y sociales de los principales contendientes de la Primera Guerra Mundial en la causa comĆŗn contra el enemigo, cristalizando este consenso en las llamadas Uniones Sagradas. Pues bien, en este nuevo trabajo estudiaremos la evolución polĆtica y social interna de las potencias en guerra para comprobar cómo el inicial entusiasmo y confraternización se fueron diluyendo a medida que la contienda se fue alargando y se hizo mĆ”s sangrienta.
En 1915 ya se pueden comprobar los primeros indicios de cansancio en el seno de las opiniones pĆŗblicas de los paĆses contendientes al desvanecerse las promesas de una guerra corta, de una victoria para las Navidades de 1914. El nuevo aƱo trajo consigo la constatación de que habĆa que comenzar a prepararse para una guerra larga, costosa en vidas humanas y recursos económicos. AĆŗn asĆ, se detectó mĆ”s desaliento entre las tropas en el frente que en la retaguardia, mĆ”s ajena al inicial sufrimiento. Las Uniones Sagradas siguieron funcionando. Curiosamente, Gran BretaƱa donde no se habĆa generado una coalición de poder en el momento inicial, tuvo su particular Unión Sagrada, al formarse en el mes de mayo de 1915 un gobierno nacional, que siguió presidido por Asquith, incorporando ministros conservadores, que fueron adquiriendo mayor poder, aunque el nuevo hombre fuerte del gabinete era el liberal del ala izquierda del partido, Lloyd George, el gran reorganizador de la industria militar y de guerra del paĆs.
En el aƱo 1916 las sociedades de los paĆses contendientes recibieron el impacto directo de la guerra en sus hogares al comenzar a escasear los alimentos y productos bĆ”sicos. La sociedad alemana sufrĆa el bloqueo de los aliados, y las sociedades de Ć©stos los embates de la guerra submarina de los alemanes. Pero, ademĆ”s, esa retaguardia comenzó a horrorizarse por la sangrĆa constante de los frentes. Un remplazo seguĆa al siguiente, y cada vez muchachos mĆ”s jóvenes tenĆan que dejar sus hogares y marchar a la guerra, y cada vez hombres mĆ”s maduros en la reserva tenĆan que colaborar en el esfuerzo bĆ©lico. La propaganda polĆtica tuvo que emplearse a fondo para mantener vivo el patriotismo porque comenzaron a alzarse voces criticando cómo se estaba llevando la guerra y a favor de la paz. Los discursos polĆticos de personajes como el laborista Ramsay Mac Donald o el francĆ©s Caillaux, ya no eran tan excĆ©ntricos y se comenzaban a escuchar sus llamamientos contra la guerra. Por su parte, en Alemania una parte de la izquierda comenzó a movilizarse activamente contra la guerra, incidiendo en la crisis de la socialdemocracia. En este aƱo, el sector contrario a la guerra del SPD fue expulsado del grupo parlamentario y del partido. AdemĆ”s se creó el Grupo Spartakus, destacando Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin y Liebknecht en su propaganda antibĆ©lica.
En Gran BretaƱa causó un gran impacto el paso del sistema de reclutamiento voluntario al obligatorio. Ante las crĆticas por la forma de llevar la guerra cayó Asquith y Lloyd George se hizo con la dirección del gobierno, un polĆtico con un nivel alto de popularidad desde que habĆa demostrado sus dotes organizativas.
En Francia, la Unión Sagrada pudo durar durante gran parte de la guerra, dado que, a pesar de las innegables diferencias entre las fuerzas polĆticas, pesaba mĆ”s el odio comĆŗn al enemigo alemĆ”n. PoincarĆ© dominaba la situación, pero la ausencia de resultados bĆ©licos aceptables y los terribles sufrimientos que padecieron los soldados ses en batallas de desgaste comenzaron a generar descontento, aunque habrĆa que esperar a 1917 para que la Unión Sagrada se rompiese y se generasen importantes cambios en la dirección polĆtica del paĆs.
Las siempre vivas tensiones nacionales en el Imperio Austro-HĆŗngaro estallaron en 1916. Los checos y los eslavos comenzaron a cuestionarse su papel en el conflicto y su fidelidad a la doble monarquĆa. A finales de noviembre de 1916 ascendió al trono Carlos por el fallecimiento del emperador Francisco JosĆ©, y tuvo que empeƱarse en intentar frenar el malestar de los nacionalismos.
Mientras tanto, en Alemania el poder civil casi se eclipsó frente al militar, destacando las figuras de Hindenburg y Ludendorff. Los generales buscaban la total movilización y militarización de la sociedad alemana para ganar la guerra. Se impuso un sistema de total planificación económica sin parangón hasta el momento en la Historia.