¿Quién salvará al mundo de la amenaza que supone los Estados Unidos?
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En la gran narrativa del cine hollywoodense, hay una certeza inquebrantable: Estados Unidos siempre salva al mundo por muy malos que sean los problemas que amenacen a la humanidad. Desde invasiones alienígenas hasta catástrofes naturales, pasando por ataques terroristas y amenazas nucleares, el país de las barras y estrellas, con su valentía y superioridad moral, se erige como el último bastión de la civilización. Sin embargo, fuera ya de la pantalla, la pregunta que cada vez cobra más urgencia es la opuesta: ¿quién salvará al mundo de la amenaza que supone los Estados Unidos?
La imagen de Elon Musk a su lado, gorra en la cabeza y niño en brazos, es una escena que parece extraída de una sátira política. Pero no sólo no lo es sino también representa la fusión de dos fuerzas inquietantes: el populismo ultraderechista y el tecno-mesianismo sin límites ninguno de los dos. Trump, con su tendencia a gobernar a base de impulsos, nostalgia reaccionaria y desprecio absoluto por la verdad; Musk, con su imagen de genio excéntrico, pero también con un historial de decisiones arbitrarias y una peligrosa obsesión por moldear el futuro a su antojo.
La resistencia a los excesos de Trump y sus aliados no va a venir de un solo país ni de una sola figura sino, mas bien, de la comunidad internacional que no compra los discursos trumpianos de grandeza a cualquier costo
Juntos, forman una combinación que podría dar lugar a algunas de las mayores barbaridades del siglo XXI. Trump ya demostró durante su primer mandato que es capaz de desmantelar acuerdos climáticos, endurecer políticas migratorias hasta el punto de la crueldad y avivar conflictos geopolíticos con la misma ligereza con la que puede enviar un tuit. Musk, por su parte, representa la cara de un capitalismo sin topes ni frenos que, con la excusa de la innovación, coquetea con el poder sin preocuparse por los límites que por norma y medida impone la democracia.
Pero el problema no son sólo ellos dos, pues el verdadero riesgo es la descuidada permisividad con que el sistema estadounidense hace posible que individuos como estos acumulen un poder descomunal con escasos contrapesos y prácticamente nulo control. En un país donde las grandes corporaciones tecnológicas pueden influir en elecciones, donde el lobby armamentístico dicta políticas exteriores y donde el negacionismo climático puede instalarse en el gobierno sin grandes consecuencias, surge inevitablemente una pregunta: si el mundo está acostumbrado a ver a Estados Unidos como su salvador, ¿qué pasa cuando es este mismo país el que amenaza con empujarlo al abismo?
Representan la fusión de dos fuerzas inquietantes: el populismo ultraderechista y el tecno-mesianismo, sin límites ninguno de los dos
Así como en la ficción siempre hay un héroe que aparece en el último minuto, en la realidad no podemos esperar a que nos rescate un guion milagroso. La resistencia a los excesos de Trump y sus aliados no va a venir de un solo país ni de una sola figura sino, mas bien, de la comunidad internacional que no compra los discursos trumpianos de grandeza a cualquier costo, de todos los ciudadanos que entienden que el futuro no puede —no debe— quedar en manos de hombres con un obsceno derroche de poder y muy poca responsabilidad. Porque si algo nos ha enseñado la historia, es que los imperios no son eternos, y también que, cuando el salvador se convierte en la amenaza, la única salida es dejar de esperar a un héroe y convertirse en uno.