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“La Unión Europea representa el sueño de una Europa unida y en paz,
basada en la cooperación y el respeto mutuo. Europa no se hará de
una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones
concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”.
Robert Schuman
Es difícil recordar, pero posiblemente muchos lectores lo tengan en su memoria, cómo en junio de 2007, siendo Ministra de Educación Mercedes Cabrera, el Partido Popular, principal grupo de la oposición entonces y Mariano Rajoy su presidente, alineado con las tesis más tajantes y conservadoras de la Conferencia Episcopal, se quedó solo en el Congreso con una moción en la que pedía la eliminación de la nueva asignatura “Educación para la ciudadanía y los derechos humanos”, alegando que era una asignatura que ponía en juego la libertad, la conciencia y los derechos de los padres a la educación de sus hijos. Ignoraba el PP que esta asignatura ya existía en la práctica totalidad de los países europeos de entonces.
Tuve la responsabilidad de representar al Ministerio de Educación y Ciencia en el proyecto de la Unión y del Consejo de Europa sobre Dimensión europea de la educación. Éramos entonces12 los países que componían la Unión Europea y fueron muchas las reuniones de trabajo celebradas con la finalidad de introducir en los respectivos sistemas educativos la política educativa de la Unión Europea, entendida como una serie de orientaciones con el fin de apoyar y complementar, siempre desde el principio de subsidiariedad, las acciones de los Estados para que guardasen una mayor coherencia entre sí y favorecer la creación de un espacio europeo único en materia de educación, objetivo último de la política educativa de la Unión. Además de esas orientaciones, la política educativa de la Unión fue creando una serie de programas concretos, con cargo al presupuesto comunitario, como los conocidos Sócrates, Leonardo, Lingua o Erasmus… que fomentan acciones de movilidad entre profesores y alumnos, de intercambio de información y experiencias educativas, de diseño de acciones educativas conjuntas entre centros educativos de varios Estados , etc. Todo ello constituía, a mi entender sin ninguna duda, una deseable política educativa democrática y solidaria.
El dinero se ha convertido en la nueva religión y para muchos ciudadanos el dinero está sustituyendo a las religiones clásicas
El Ministerio de Educación y Ciencia de España reconocía entonces la importancia de la Resolución de 24 de mayo de 1.988 de las Comunidades Europeas sobre la “Dimensión Europea en la Educación” para la construcción de la Europa Comunitaria. Y con el fin de crear ese espacio europeo único en materia de educación, estas reuniones tuvieron lugar en Roma en octubre de 1.985, en la 3ª Reunión del Grupo de Trabajo del Proyecto nº 8, del Consejo de Europa; otra celebrada en Lisboa en noviembre de 1.985; en Copenhague en marzo de 1.986; en Cambridge en julio de 1.986; en Nicosia (Chipre) en octubre de 1.986, en Londres en noviembre de 1.986; en Milán en enero de 1.987. La Conferencia final del Proyecto nº 8 del Consejo de Europa se celebró en Niza en noviembre de 1.987. Sucesivas reuniones para elaborar el proyecto definitivo sobre la Dimensión europea de la Educación, fueron celebradas en Bruselas, en enero y en junio de 1.989, en Rennes (Francia) en septiembre de 1.989 y en París en octubre de 1.989 y 1.990.
Es bueno recordar que en el primer Consejo de ministros de Educación durante la Presidencia de España de la Unión Europea en 1.989, fecha en la que sólo eran 12 los países que conformaban la Unión Europea, era Ministro de Educación Javier Solana, además del Programa Lingua, se adoptó un plan de cooperación con cinco fines fundamentales: “1. Una Europa multicultural. 2. Una Europa móvil. 3. Una Europa educativa para todos. 4. Una Europa competente. 5. Una Europa abierta al mundo. Estas finalidades fundamentaron una concepción clara de lo que debería ser un futuro sistema educativo europeo en el que la educación no debía ser planteada ni desde un enfoque económico y, ni siquiera, político; sino totalmente pedagógico y aún más, filosófico.
Hace pocos días, en un artículo en el diario El País, el periodista Ignacio Zafra analizaba el avance de la extrema derecha entre los jóvenes y adolescentes españoles. “Están en contra del feminismo -señalaba- y hablan bien de Franco”, a la vez que afirmaba que los profesores están trabajando en su labor educativa contra la ola de extrema derecha de sus alumnos, tratando de contrarrestar con datos la avalancha de contenidos machistas, nostálgicos del franquismo y ultraliberales que los chicos reciben por las redes sociales: “Es una lucha muy desigual”. De un tiempo a esta parte, no son pocos los que se dejan influir por lo que aparece en TikTok, en Instagram o en YouTube, hasta llegar a afirmar “que les da un poco igual vivir en un sistema democrático que en una dictadura”. A quienes hemos vivido y padecido la dictadura se nos hace incomprensible esta afirmación.
Es cada vez más revelador que el interés de la clase política de hoy, en su mayoría, consiste en mantener a la gente en la ignorancia
Así lo ha comprobado también el director del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Barcelona, Oriol Bartomeus. Su equipo ha estudiado la penetración de los influencers machistas con un discurso antifeminista, “muy duro y bien articulado”, entre los chicos jóvenes catalanes. Sin lógica ni ética que lo justifique, los influencers se han convertido en los nuevos gurús para muchos de nuestros jóvenes y adolescentes. “Lo que nos encontramos es que es que el grado que han alcanzado es brutal. Y se podría decir lo mismo sobre el discurso de la extrema derecha. Hay todo un mundo en el cual circulan de manera muy abierta los argumentos de la extrema derecha: machismo, xenofobia, racismo, etcétera”. Es palpable que la penetración de estas plataformas de adoctrinamiento es mucho más fuerte de lo que creemos. En ellas existe una “confluencia de intereses”, que responden a la estupidez con la estupidez, a la mentira con más mentira, al sectarismo con más sectarismo y a la violencia con más violencia. El odio es una mercancía que está funcionando muy bien en las redes sociales, y a estos “influencers”, algunos inofensivos, pero otros muy peligrosos, saben que les genera dinero. El dinero se ha convertido en la nueva religión y para muchos ciudadanos el dinero está sustituyendo a las religiones clásicas. Si, como se decía, a la religión le debemos la salvación futura, al dinero le debemos la satisfacción presente de cumplir nuestros deseos y caprichos.
En una de sus novelas el escritor neoyorquino David Foster Wallace narra un episodio en el que se plantea la pregunta de qué es el agua al ver dos pececillos jóvenes que nadan en el acuario, pero que ignoran por completo qué y cómo es el medio en el que se mueven y viven. Igual que esos pequeños peces, ocupar el poder.
La extrema derecha se ha convertido, al mismo tiempo, para muchos adolescentes en referente de la rebeldía, una cualidad que resulta grata a esas edades, que además les ofrece refugio en un periodo de crisis como estamos padeciendo en el mundo y en Europa. “Es evidente que hay una voluntad de desestabilización de las sociedades europeas y, en general, de las democracias”, afirma el profesor Bartomeu. Es un objetivo en el que confluyen cada vez más actores con poder internacional, y que van desde las fuerzas ultraderechistas nacionales, a Rusia, Rumanía, China y, en estos breves meses, sobre todo, en EE.UU. con “el trumpismo”. El presidente Trump, fanático, narcisista patológico, egocéntrico, prepotente y megalómano, un despreciable personaje que se presenta como Moisés con las tablas de sus mandamientos o aranceles y cuya principal obsesión es intentar acaparar toda la atención mediática posible, “él, después él y siempre él”, está generando la lógica del caos y la incertidumbre, desestabilizando la economía mundial y llevándola a un estado de shock tras sus incalificables nuevos aranceles.
En la actualidad la mayoría de la clase política que tenemos es una clase política cada vez menos culta y, posiblemente, cada vez más ambiciosa por ocupar el poder
El protagonismo creciente de la extrema derecha hace difícil, por no decir imposible, el acuerdo sobre cómo enfrentarse a los intereses antieuropeos de Trump, que hoy mismo, mientras escribo estas reflexiones, con desvergüenza y cinismo ha dicho: “La Unión Europea nació para fastidiar a los EE.UU. en nuestra economía”.De ahí que Europa tenga que actuar unida, tomando medidas urgentes antes de que sea demasiado tarde y que gobernantes despóticos, soberbios, supremacistas, con delirios imperialistas, sembradores de odio y con la ley del más fuerte por delante, arrebaten nuestras libertades y el Estado del bienestar. La virtud de la extrema derecha, pero una desgracia para la democracia, es que está consiguiendo ser la alternativa simbólica a la sociedad adulta, en especial, en Europa. Esta percepción viene respaldada por los hechos. Incluso los partidarios de la Unión Europea, que son amplia mayoría en España, pero disminuyen en muchos países del continente, constatan la pérdida de vitalidad interna y el declive en la consideración mundial de la Unión Europea.
Si hace años Europa era el mejor lugar para vivir: los países que la constituyen hasta ahora eran países democráticos o bastante democráticos, con un elevado bienestar económico y un modelo social europeo que protegía bastante bien a sus ciudadanos, ese modelo de Europa, hoy, si no hay voluntad de regeneración, con un renovado y social “Tratado de Maastricht”, no se puede garantizar para mañana. Europa está en una fase de declive a nivel mundial; uno de sus defectos más importantes es que ha empezado a carecer de esa necesaria unanimidad en las grandes decisiones. No hay una conciencia ciudadana europea; se ha acentuado el nacionalismo, pero no el europeísmo. Si alguien pregunta de dónde eres, la respuesta es, sin duda, español, francés, italiano…; apenas nadie te responderá: “europeo”. No hemos llegado a interiorizar esa idea de que somos ciudadanos de un ente superior: Europa. Y la pregunta obvia, al menos para mí que trabajé en ese proyecto, ¿qué ha sido de esa Dimensión europea en la educación?
Desde hace tiempo, pero mucho más con el repulsivo escenario de la llegada de Trump a la Casa Blanca, en una comparecencia en la que el amoral republicano ha afirmado literalmente que es “muy triste ver” cómo desde la Unión Europea se estafa a EEUU, calificando de forma ofensiva a Europa de “patética”, el mundo vira hacia el conservadurismo de la derecha y de la extrema derecha. Es una realidad que en Europa ya existe, pues ya hay más de cinco países europeos en los que la derecha gobierna junto con la extrema derecha; y no es un buen augurio para su futuro.
La extrema derecha se ha convertido, al mismo tiempo, para muchos adolescentes en referente de la rebeldía, una cualidad que resulta grata a esas edades
Como denunciaba hace algún tiempo nuestro pensador y filósofo Emilio Lledó: “Es evidente que nos encontramos en una época en la que se está fomentando el miedo, la violencia, la crueldad, la insolidaridad, la imposición caprichosa de que hago lo que quiero porque poseo la mayoría… Y así no se educa… Lo malo es que la mayoría de los seres humanos, que no tenemos poder político, somos víctimas de personajes que, en muchos momentos, nos parecen indignos y tramposos. Es terrible pensar que estemos en manos de individuos y políticos, que sólo obedecen a los intereses de las fuerzas económicas de los mercados y no a los imperativos de la educación…
Es evidente que una mayoría de jóvenes tienen criterio, pero todavía hay una falta de cultura democrática importante. La sociedad está cambiando de forma acelerada y la generación actual de jóvenes y adolescentes está viviendo una realidad social que no es exactamente la misma que vivimos las generaciones anteriores. Aquellos que gran parte de nuestras vidas de juventud se desarrolló durante la dictadura, tenemos claro que los adolescentes actuales no tienen ni idea de quién fue Franco junto a todos los fascistas que le acompañaron durante su prolongada vida, y menos aun de lo que es una dictadura. Está claro que algo no se ha hecho bien en la formación social, familiar y educativa y ahora estamos viendo los resultados. La cuestión es que esos posicionamientos van acompañados de una ignorancia atroz en historia, en filosofía, en ética, en educación social. Necesitamos una lección magistral de lógica educativa, de rigor en el pensamiento y de honestidad intelectual, pues estamos inaugurando, con Trump, con Putin, con Netanyahu, con Orban, con Marine Le Pen, o con Abascal, y tantos otros, una era de “ilustración oscura” o, como decía Bauman, “una sociedad líquida”.
Es evidente que cuando un sistema educativo no consigue de modo suficiente los objetivos pretendidos, se hace necesario un análisis profundo de las causas que impiden alcanzarlos para intentar corregirlos. La LOE (Ley Orgánica de Educación) de 3 de mayo de 2006, fue un intento serio y responsable de dar solución a aquellos posibles fallos; y teniendo en cuenta la importancia que tuvo el intento de educar en la “dimensión europea”, una de las medidas fue la inclusión de la asignatura de “Educación para la ciudadanía y los derechos humanos”. Pero el corto tiempo transcurrido desde su aprobación hasta la llegada del Partido Popular al gobierno no fue suficiente para evaluar su eficacia, pues el gobierno de Rajoy y el torpe y ambicioso ministro Wert, -a semejanza de lo que ocurrió a la LOGSE con Aznar como presidente y Esperanza Aguirre como ministra de educación- con afán de revancha, arremetieron contra la LOE, y con un cinismo sectario por resolver los fallos del sistema educativo, enarbolaron el mantra de buscar una educación de calidad, desde una pretendida exigencia: había que cambiar el sistema educativo socialista sin más, con el insultante engaño, tácito o explícito, de que ni el profesorado ni las leyes educativas anteriores educaban con esfuerzo y rigor ni pretendían una educación de calidad.
Los alumnos del siglo XXI de los países de la Unión Europea tendrían que estar preparados para vivir en la nueva realidad política supranacional a la que pertenecen
Para quienes sí valoramos entonces, y ahora muchos más, la necesidad de incluir en el sistema educativo tal asignatura, resultaba poco comprensible que el PP junto con los sectores más integristas y conservadores de la sociedad y más reaccionarios y ultracatólicos de la Conferencia Episcopal española, estuviesen en contra de enseñar a los alumnos contenidos como los derechos humanos, la convivencia o el respeto ciudadano, dejando así arrinconada la recomendación relativa a la educación para la ciudadanía democrática adoptada por el Comité de Ministros el 16 de octubre de 2002, con arreglo a la letra b) del artículo 15 del Estatuto del Consejo de Europa, con el fin de garantizar a cada ciudadano la capacidad de ejercer sus derechos inalienables en una sociedad democrática, recordaban que, en la Segunda Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Consejo de Europa, realizada en Estrasburgo entre el 10 y 11 de octubre de 1997, estos manifestaron su voluntad de desarrollar la educación para la ciudadanía democrática basada en los derechos y las responsabilidades de los ciudadanos, así como la participación de los jóvenes en la sociedad civil, decidieron lanzar un plan de acción de educación para la ciudadanía democrática, afirmando que la educación para la ciudadanía democrática es esencial para la misión principal del Consejo de Europa, que es promover una sociedad libre, tolerante y justa; que dicha educación contribuye a la defensa de los valores y los principios de libertad, pluralismo, derechos humanos y Estado de Derecho, que constituyen los fundamentos de la democracia y que la educación para la ciudadanía democrática abarca toda actividad educativa, formal, no formal o informal, incluida la de la familia, que permite a la persona actuar, a lo largo de toda su vida, como un ciudadano activo y responsable, respetuoso de los derechos de los demás; que dicha educación es un factor de cohesión social, de comprensión mutua, de diálogo intercultural e interreligioso, y de solidaridad, que contribuye a promover el principio de igualdad entre hombres y mujeres, y que favorece el establecimiento de relaciones armoniosas y pacíficas en los pueblos y entre ellos, así como la defensa y el desarrollo de la sociedad y la cultura democráticas.

La Unión Europea hoy no es un sueño utópico de unos cuantos locos europeístas. Es una realidad en marcha desde hace ya 50 años y un proceso político de profundas consecuencias sociales. El concepto de “ciudadanía europea”, instaurado por el Tratado de Maastricht de 1992, crea un nuevo espacio político, la Unión Europea, en el que se dota a sus ciudadanos de un nuevo catálogo de derechos y libertades. Los alumnos del siglo XXI de los países de la Unión Europea tendrían que estar preparados para vivir en la nueva realidad política supranacional a la que pertenecen. En primer lugar, conociendo el proceso histórico mediante el cual se ha gestado y deben estar abiertos a participar en las instituciones de esa nueva realidad política, aprovecharse de las ventajas que les ofrece, reclamar los derechos que les confiere, hacerse responsables de los nuevos deberes, etc. Y ello no es posible si en las escuelas no introducimos en la enseñanza una dimensión ciudadana y europeísta que los prepare para ello. Una política educativa desde la Unión Europea puede transmitir valores como la cooperación y la solidaridad internacionales, así como la tolerancia como pieza clave del pensamiento democrático, todo lo cual hace más fácil esa buena convivencia tan necesaria. Esa política, pues, se constituye así en facilitadora de una verdadera Educación Intercultural que sea capaz de dar respuesta al reto que plantea a la educación la composición multicultural contemporánea de la sociedad europea.
Europa -y España en ella- es una realidad histórica y cultural multipolar, no uniforme, cambiante y móvil, cuyos límites varían según los acontecimientos históricos. Es verdad que en estos momentos existe una cierta desafección hacia Europa cuya causa no está en el manifiesto interés que tiene la pertenencia al eurogrupo, sino por la exclusividad mercantil, economicista y monetaria en la que la han convertido muchos de los políticos.
Plantearse el futuro de la educación en el contexto europeo es planteársela en el marco de ese espacio cultural complejo, uno y diverso. Es educar a nuestros alumnos para convivir dentro de ese espacio
La creación de un espacio cultural europeo es creación de un espacio de diversidad, de respeto, de tolerancia para con "los otros", y asimismo un espacio de enriquecimiento, donde cada cual, cada grupo, cada identidad, se deja no sólo cuestionar sino también enriquecer, por los demás.
Plantearse, pues, el futuro de la educación en el contexto europeo es planteársela en el marco de ese espacio cultural complejo, uno y diverso. Es educar a nuestros alumnos para convivir dentro de ese espacio; consiste en introducir a las nuevas generaciones de alumnos a un espacio de historia y de cultura plural; es educar en el conocimiento de las tradiciones, las líneas históricas, las aportaciones ideológicas y axiológicas que han venido a constituir esa identidad europea que, en su nivel propio y sin confundirse con ellas, forma cuerpo con otras identidades nacionales, lingüísticas, o de otra naturaleza, que también nos configuran. Europa significa educar para la convivencia en un espacio cultural y social múltiple, pluralista, de vecindad entre pueblos que difieren en creencias, en lengua, en costumbres, en rasgos étnicos, pero que, más allá de estas diferencias, comparten un patrimonio cultural común, proyectos comunes de futuro, y, sobre todo, comparten la pertenencia a la especie humana y se adhieren a la solidaridad que de esa común pertenencia se deriva. Es, por tanto, anacrónico, a estas alturas de la historia, tanto alentar un españolismo trasnochado (como el “españolizar” del ministro Wert), como un separatismo empobrecedor y aislante, como el que pretende el señor Puigdemont, sin explicar con claridad y trasparencia los serios problemas que se derivarían de tal decisión.
Educar en Europa significa educar en actitudes que ayuden a superar la visión estereotipada de un localismo mezquino, y también la visión todavía limitada por unas miras exclusivas de Estado. Educar en Europa ha de significar ayudar a desarrollar en las jóvenes generaciones actitudes donde otras identidades sociales vienen asumidas, trascendidas e integradas en una identidad que ni siquiera es ya sólo europea, sino que se equipara al horizonte de la universalidad humana.
Las sociedades actuales conceden gran importancia a la educación que reciben sus jóvenes, en la convicción de que de ella dependen tanto el bienestar individual como el colectivo. La educación es el medio más adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica. Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan, de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación, con el objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social. Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas. Por ese motivo, una buena educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos.
La democracia europea es un logro histórico que debemos proteger y fortalecer, para garantizar un futuro de paz y prosperidad
Debemos recordar los valores comunes que todos compartimos dentro de la Unión Europea: democracia, imperio de la ley, derechos fundamentales y la promoción de la paz y la prosperidad. Es una cuestión de auto afirmación de Europa. Necesitamos una evaluación honesta de Europa y también una discusión sin reservas sobre su futuro.
Europa está en crisis. Pero esta crisis no es irresoluble. La Unión Europea representa el sueño de una Europa unida y en paz, basada en la cooperación y el respeto mutuo resume perfectamente el objetivo principal de la formación de la Unión Europea. Es un experimento único en la historia, donde las naciones han renunciado parte de su soberanía en pro del bien común resume de manera concisa la esencia de este proyecto político y económico que ha marcado un hito en la historia de Europa. La idea de renunciar al ejercicio pleno de la soberanía nacional en favor de una entidad supranacional es revolucionaria y, al mismo tiempo, desafiante. Sin embargo, esta renuncia ha sido hecha con un objetivo claro: la búsqueda del bienestar y la prosperidad común de los países . A través de la cooperación y el trabajo conjunto, la UE ha logrado avances significativos en áreas clave como la economía, la seguridad y la justicia social. Así, esta unión representa no solo una alianza de naciones, sino también una apuesta por un futuro compartido en el que todas las partes se beneficien de forma equitativa.
La democracia europea es un logro histórico que debemos proteger y fortalecer, para garantizar un futuro de paz y prosperidad. La democracia no solo garantiza la participación ciudadana en la toma de decisiones, sino que también fomenta la transparencia, la justicia y el respeto a los derechos y valores humanos. Al proteger y fortalecer la democracia, se crea un ambiente propicio para el desarrollo socioeconómico, la convivencia pacífica entre los pueblos europeos y la construcción de un futuro prometedor para todas las generaciones venideras. Europa no es un término abstracto. De ahí la importancia que tiene el que los alumnos lleguen a tener conciencia de saberse y sentirse ciudadanos europeos, dentro de un espíritu de respeto, solidaridad y comprensión hacia los otros pueblos que constituyen la Comunidad Europea. Este debe ser un componente indispensable en una educación integral. No sería posible conseguir este objetivo básico si previamente no estuviesen sensibilizados en este espíritu europeo los poderes públicos y los propios docentes.
Y acabo estas reflexiones con unas ideas del nuevo libro del catedrático emérito de Psicología y gran amigo, Alfredo Fierro Bardají, titulado “Páginas para educadores”: Educar no es imponer ni adoctrinar; es extraer de las personas lo mejor de sí mismas, de su potencial. Es la tarea de todo maestro, de todo profesor, no solo del tutor o la tutora. Hay áreas donde esa tarea se halla en primerísimo plano; pero todos los ámbitos son susceptibles de un abordaje educativo y no solo instructivo… Hay que volver a la cultura política de la solidaridad entroncada con una educación para la ciudadanía democrática y responsable en el marco de la necesaria dimensión europea de la educación.