
Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
La sentencia del TC, en lo sustancial, viene a declarar que la Ley de Amnistía es constitucional. Resuelve así, un debate que se arrastró meses y meses, copando toda la vida política llenándola de ruido y furia. Recuérdense las manifestaciones convocadas por el PP o el acoso violento a la sede de Ferraz protagonizada por la extrema derecha, con banderas franquistas al viento.
El recurso al TC contra la Ley de Amnistía que firmaron los diputados del PP se basaba en la afirmación de que la Ley no cabía en la Constitución. Estaban equivocados y así lo señala la ponencia de la Ley cuando afirma que el TC no entra a valorar las razones del Gobierno para hacer esta Ley, limitándose a verificar si es o no acorde con la Constitución. Lo es y, en consecuencia, es una desautorización de la inmensa campaña que las derechas lanzaron contra el PSOE.
Es también un rapapolvo para los líderes del “antiguo testamento” que, cometiendo el mismo error, jugaron el triste papel de ser la caución de izquierdas de una operación de derechas contra el gobierno de su partido. Feijóo se ha hartado de decir que “los verdaderos socialistas” estaban con él y no con Sánchez.
En la feroz campaña, las derechas se han saltado todos los límites, violentando las más elementales normas de la democracia
En la feroz campaña, las derechas se han saltado todos los límites, violentando las más elementales normas de la democracia. Hemos visto a jueces manifestarse contra el gobierno a las puertas de sus juzgados, contraviniendo su propia normativa. Hemos leído manifiestos de militares retirados llamando a sus compañeros en activo a ejecutar un golpe militar. Hemos oído llamamientos a la violencia contra los líderes socialistas. Ha habido insultos zafios y violencia verbal, real y simbólica. Ha reaparecido la parafernalia franquista. La presión sobre el TC ha sido tremenda. Que éste haya resistido tan formidable presión es un enorme fracaso de las derechas. Pero, qué duda cabe, la democracia y la convivencia han sufrido daños.
En torno a la batalla sobre la Ley de Amnistía las derechas construyeron un relato que la realidad se ha encargado de desmentir. En particular:
- España no se ha roto.
- El Estado de Derecho sigue plenamente vigente y los españoles siguen siendo iguales ante la Ley.
- La Constitución no ha sido derogada.
- España sigue siendo una monarquía constitucional. Nadie ha proclamado la república bolivariana.
- Y, sobre todo, el Apocalipsis no ha llegado. Al menos hasta esta mañana.
El contraste entre relato y realidad es tan agudo que debería hacer reflexionar a las derechas para construir un relato más apegado a la realidad y menos truculento. Lejos de eso, las derechas han fabricado otro relato aún más alejado de la realidad y más inverosímil que el anterior. Ahora resulta que el Gobierno es la mafia y que el dilema que enfrenta el país se establece entre mafia o democracia. Bajo este lema el PP sale a la calle a manifestarse contra el Gobierno. La disonancia entre la enormidad del exabrupto y la levedad de la protesta ya nos indica que el PP está simplemente sobreactuando.
Pero el relato apocalíptico y truculento tiene un fin muy concreto. Como abiertamente señalan algunos expertos de la derecha, necesitan que una parte del electorado socialista se abstenga. Para generar desánimo y, al final, abstención, es para la que se organizan estas campañas. El ruido y la furia tienen, pues, un fin bien concreto. Y no es la primera vez que ocurre esto.
En los tiempos en que Aznar era el jefe de la oposición, el PP, con ayuda de destacados periodistas, organizó la atronadora campaña del “Váyase, Sr. González”. El motivo de esa petición era que el gobierno de Felipe González traía “paro, despilfarro y corrupción”. Eran los tiempos en los que el director general de la Guardia Civil huyó del país y fue condenado por corrupción; el gobernador del Banco de España fue detenido por chanchullos financieros; el ex Ministro del Interior Barrionuevo ingresó en prisión, condenado por graves delitos. Comparado con aquellos escándalos lo de Ábalos parece una nadería y el resto de los casos fabricados por la extrema derecha parecen lo que son: montajes judiciales destinados a dar soporte al discurso estrafalario de Feijoo. Por ahora, no hoy no hay ni una sola condena por corrupción mientras día si, día no, altos dirigentes del PP y de su entorno se enfrentan a juicios con duras peticiones de cárcel.
Está, pues, realmente infundada la campaña de «mafia o democracia». Pero es posible que alguna abstención pesquen. De eso se trata.
Leyendo las declaraciones de Page o de Guerra parece que el enemigo principal de España o de la democracia española son los independentistas
En el debate sobre la amnistía hay otra línea argumental que, sin entrar a definirse sobre la constitucionalidad de la Ley, afirma que ha sido un error político, porque, dicen, significa entregar el gobierno de la nación a un tránsfuga de la justicia. En el fondo, lo que estos compañeros aprecian es que el principal peligro para la democracia o, más en plan casero, para el voto socialista, es pactar con los indepes. Y aquí se observa un debate que los hechos subsiguientes a la Ley de Amnistía deberían haber resuelto.
Leyendo las declaraciones de Page o de Guerra parece que el enemigo principal de España o de la democracia española son los independentistas. A mí me parece que el enemigo principal de la democracia española es Vox. Un simple examen de la realidad internacional nos enseña cómo la extrema derecha está conquistando en muy breve plazo de tiempo un país detrás de otro.
Vox puede parecer un peligro lejano. Pero no hay que olvidar que por muy pocos votos Abascal no es hoy vicepresidente del Gobierno y que todos los sondeos anuncian una mayoría PP – Vox.
Algunos quieren hacernos creer que Junts manda mucho, pero la realidad es muy otra: jamás en ningún otro momento de la historia reciente el nacionalismo catalán ha tenido menos poder en Cataluña. Su única fortaleza son los siete diputados que Junts tiene en Congreso, imprescindibles para que el gobierno gane votaciones. Jugar esa única baza para sacar cabeza y no desaparecer es algo que cabría esperar. Pero entre maniobrar para no desaparecer y mandar en el gobierno hay una gran diferencia.
El ultranacionalismo catalán hoy no representa un peligro inminente para para la integridad de la nación
El ultranacionalismo catalán hoy no representa un peligro inminente para para la integridad de la nación. El propio Feijoo se da cuenta de eso cuando intenta convencer a los suyos que hay que pactar con Junts, que es “un partido normal” con el que aspira a mantener buenas relaciones.
El ultranacionalismo español, sin embargo, sí que es un peligro para la democracia española, especialmente después de que Trump se haya convertido en el líder mundial de la extrema derecha reaccionaria y una de las primeras cosas que ha hecho Trump tras su investidura ha sido reconocer a Abascal como su hombre en España. Me parece que este es el punto esencial sobre el que todas las izquierdas y todas las fuerzas progresistas deberíamos estar de acuerdo para definir una línea política y una política de alianzas acorde son el principal peligro que nos acecha.
Dijo el Señor: “Por sus frutos los conoceréis”.
Como se ha señalado más arriba, la Ley de Amnistía no ha traído consigo ninguno de los frutos amargos que la derecha anunciaba. Antes al contrario, ha contribuido a normalizar la vida política en Cataluña. Tampoco parece haber sido la catástrofe electoral que algunos anunciaban para el PSOE, al menos en Cataluña, donde, creo recordar que el PSC ha ganado las últimas elecciones y el gobierno Illa se esfuerza para recuperar la década perdida.
A pesar del ruido y la furia, avanzamos. Y eso es lo que cuenta.