
Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
@Montagut |
hemos dedicado un artículo en este mismo medio. Venía a ser un análisis no sólo del fenómeno en el Reino Unido, sino también una llamada de atención a los laboristas, y en general, a los demócratas sobre la necesidad de que no se frenaría apelando a supuestas razones psicológicas o ideológicas. No se podía menospreciar a las fuerzas fascistas tampoco en Inglaterra.
Ramos Oliveira comenzaba su reflexión partiendo de su propia experiencia alemana, cuando, a pesar de lo que había leído en la prensa oficial socialdemócrata en 1931 donde se había aludido a que Alemania no era Italia, es decir, que allí no habría fascismo, siempre había pensado que Hitler terminaría por adueñarse del poder. Los socialdemócratas aludieron al grado de cultura del pueblo alemán, aunque estaba por ver si Hitler encontraría suficientes resistencias entre los cuadros militares y civiles la socialdemocracia y el partido comunista. Pero todo habría fallado y el fascismo llegó al poder en Alemania con una gran facilidad.

Esta entrada se justificaba porque Ramos Oliveira estaba viendo algo que consideraba semejante en Inglaterra. Estaba oyendo decir a los laboristas que Inglaterra no era Alemania, ni Italia o Austria. Ciertamente todavía no lo era, pero como tampoco lo habían sido Alemania y Austria con respecto a Italia en 1931. Pero respecto del peligro fascista Inglaterra estaba, en su opinión, casi a igual distancia que Alemania en 1927. Eso no quería decir que dentro de seis años “las huestes” de Oswald Mosley se fueran a hacer con poder, sino que, dada la estabilidad del capitalismo británico, el fascismo no podría soñar en 1936 con ganar, como no lo soñó Hitler cuando en 1927 contaba con tan solo doce diputados.
Sobre Inglaterra pesaba siempre la opinión de que el pueblo inglés era pacífico, antimilitarista y parlamentario, por lo que cundía la idea de que había suficientes “reservas liberales” para ahogar el fascismo, pero Ramos Oliveira insistía en que no parecía prudente pensar en la historia de las ideas liberales inglesas disociándolas de las cuestiones económicas.
El futuro del fascismo británico dependía de varios factores. Si los laboristas fiaban todas sus esperanzas en cuestiones psicológicas y en el supuesto nivel de civilización de los ingleses como habían hecho los socialdemócratas alemanes, algún día podrían encontrarse con una amarga sorpresa.
Había que reconocer que el fascismo había nacido en Inglaterra, y que lo había hecho en 1931, al borde una crisis económica que se había traducido en una semiparalización de la economía, derrota del laborismo, reducción de salarios y la disminución de los subsidios de paro.
Ramos Oliveira relataba como Oswald Mosley había cultivado a las “masas ingenuas” como laborista, pero había sufrido una crisis “del ánimo”, algo que consideraba muy frecuente en los intelectuales y aristócratas que de pronto se sentían amigos del pueblo, también en el año 1931, terminando por separarse del laborismo y fundar la Unión de los Fascistas Británicos.
En el año 1932 los fascistas eran muy pocos, pero en 1935 ya se habían convertido en un partido, con dos semanarios, el Blackshire, y el Action
En el año 1932 los fascistas eran muy pocos, pero en 1935 ya se habían convertido en un partido, con dos semanarios, el Blackshire, y el Action. La Unión de Fascistas Británicos publicaba, además, folletos y libros. En todo el país celebraba más de un mitin diario, sin descuidar las zonas más deprimidas, es decir, que el partido actuaba sin descanso. No era infrecuente ver a los jóvenes fascistas por las calles londinenses vendiendo, con sus camisas negras, sus periódicos. No retaban a nadie, pero se dejaban ver y se movían con la desenvoltura típica de quien sabía que estaba “descontado el incidente”. El fascismo británico había conseguido reunir en junio de 1934 más de diez mil personas en un acto en el Salón Olympia de Londres. Era verdad que su fuerza real no era fácil de medir, porque actuaba tanto la exageración propia de los fascistas, como la subestimación de sus adversarios. En todo caso, Ramos Oliveira apelaba a que solamente la inconsciencia podía aconsejar en política el desprecio al enemigo porque iba aparejada con la indefensión del que menospreciaba. Los laboristas despreciaban a los fascistas y los tomaban a broma, pero el fascismo crecía, aunque fuera lentamente, y pensaba que su fuerza real era parecida a la de los comunistas, es decir, que habría entre ocho y diez mil afilados. Pero el problema era más evidente porque habría un fascismo en potencia, el de los grupos conservadores de extrema derecha, llegando a afirmar que los conservadores a lo Churchill o Chamberlain eran potencialmente fascistas, tan peligrosos como los de Mosley.

Ramos Oliveira relataba en su artículo cómo actuaba el fascismo británico, empleando, a su entender, los mismos procedimientos que el nazismo y el fascismo italiano. El fascismo no era republicano ni monárquico, pero en Inglaterra la monarquía era fundamental, por lo que el lema de la Unión se condensaba en la frase: “Por el rey y por el pueblo”. Era, lógicamente, nacionalista (“Primero Britania”), y, además, antisemita, atacando a los judíos, obligando al gobierno a tomar medidas de protección de sus comercios.
Nuestro autor también aludía en su artículo a lo mucho que se había hablado de los propósitos de Mosley relacionados con sus intentos de conseguir apoyos en las fuerzas armadas. El propio Mosley negaba esto, pero sí que estaba consiguiendo atraerse a los excombatientes.
En conclusión, por todo esto se podía ver, en opinión de Ramos Oliveira, que la “materia prima humana” del fascismo era la misma en todas partes. Era difícil saber el futuro del mismo en el Reino Unido, pero, como vemos, el intelectual e historiador español quería dejar claro que el peligro existía.
Hemos trabajado con el número 8075 de El Socialista, y podemos consultar un trabajo en Nueva Tribuna sobre el fascismo británico que publicamos hace tiempo.