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Carlos Valades | @carlosvalades

Zygmunt Bauman ya nos avisaba de que el amor en los tiempos modernos es líquido. Y muchas veces hace aguas, naufraga y nos deja como un astronauta solitario llamando a la torre de control, un Major Tom desnortado y perdido en el universo. Relaciones casuales, sexting, fotopollas, falta de compromiso y de responsabilidad afectiva, follamigos, ghosting, stalkeo… forman parte del léxico de las citas en el siglo XXI. Y no es casual que uno de los programas más vistos de la parrilla televisiva sea First Dates, donde los asistentes intentan encontrar pareja a la vista de todos los espectadores. Y si a eso le añadimos la presión social que sufren las personas, especialmente las mujeres, a determinadas edades (te vas a quedar para vestir santos), tenemos un coctel explosivo. Porque todos los que hemos sido s en algún momento de nuestras vidas hemos visto una colección de alpinistas, buceadores, ceos de empresa, amigo de sus amigos, y todo tipo de frases de mr.wonderful como reclamo para conseguir un match. Luego llega la segunda parte: la cita y todo lo que conlleva. ¿Dónde está el de las fotos?, madre mía vaya voz de pito, me ha dejado en visto, qué querrá decir este emoticono…un mundo de códigos secretos, un códice para aligerar el ritual de cortejo de nuestros abuelos.
Un montaje donde a pesar de todo el oscuro panorama de las relaciones sexo-afectivas a través de las apps, siempre queda espacio para la esperanza y para reivindicar el amor, aunque este sea un OVNI
La creadora escénica María Velasco (Premio Nacional de Literatura Dramática 2024) escribe y dirige esta pieza que compara encontrar el amor a los cuarenta con el avistamiento de un OVNI o una abducción alienígena. Esa posibilidad que ya contempló con gran tino el director estadounidense John Carpenter con su película “Starman, el hombre de las estrellas” en la que un extraterrestre estrella su nave en la tierra y termina enamorándose de la mujer que le acoge en su casa. Un como siempre estupendo Jeff Bridges nos hace comprender que no estamos solos en el universo, en el más amplio sentido de la palabra.
Maricel Álvarez encarna a esa mujer de mediana edad, que ya no se reconoce en el espejo, con la inestabilidad económica de una autónoma y sin una pareja estable. Ella contempla con pánico como la profecía de su padre ya se cumplió (no te vuelvas a enamorar hasta los cuarenta). La actriz argentina desgrana todos los males que desembocan en una crisis existencial que suele aparecer a esa edad. Si a eso le añadimos los elevados alquileres, la gentrificación y la precariedad laboral, tenemos la depresión llamando a la puerta. Pero siempre hay salvación, aunque sea tan difícil como un encuentro en la tercera fase. Y en ese momento aparece nuestro E.T. particular, un extraterrestre salido de un cuarto milenio que llega para salvar nuestro corazón: Carlos Beluga, baila, toca la guitarra y canta con gran emoción temas de Tagore González asombrando al público por su polivalencia.
El espectáculo hibrida géneros con mucha fluidez. Por momentos estamos viendo un concierto, un espectáculo de danza contemporánea, o una performance.
Quizás el momento más cómico de la función es la conversación que la protagonista mantiene con su sobrino de diez años donde debaten sobre los diferentes tipos de pornografía. Resaltar el diseño escénico y la vídeo instalación con una representación animada del Ecce homo de Borja incluida.
Para concluir, un montaje donde a pesar de todo el oscuro panorama de las relaciones sexo-afectivas a través de las apps, siempre queda espacio para la esperanza y para reivindicar el amor, aunque este sea un OVNI.