Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
Jaime Polo | @lovacaine
El corto 'Mi zona', que forma parte de la selección oficial del Festival de Cine Fantástico de Valencia, MANIATIC, y que ha entrado en la preselección de los Goya, es un ejemplo contundente de cómo una narrativa aparentemente simple puede esconder un laberinto emocional y estético. No solo juega con las expectativas y las manipula, sino que las convierte en un arma que dispara al espectador desde el primer fotograma hasta el último.
Rodado en los Monegros, el corto encuentra en ese paraje desolado el escenario perfecto para tejer su atmósfera de incertidumbre. Los horizontes infinitos y los colores abrasadores remiten inevitablemente a los westerns, mientras que el clímax, crudo y visceral, es un guiño innegable a la brutalidad de La matanza de Texas. Sin embargo, lejos de quedarse en la referencia fácil, Cristian Beteta las reinventa, construyendo un lenguaje propio que bebe de sus influencias pero las trasciende.
Conozco a Cristian desde que compartimos el máster de dirección. Incluso entonces era evidente que tenía una sensibilidad particular para construir mundos inquietantes y emocionales. En Mi Zona, esta mirada se consolida, mezclando elementos del terror, el thriller y el cine fantástico para crear una experiencia cinematográfica que no solo entretiene, sino que permanece.
Una pregunta que suelo lanzar a los directores con los que hablo es cuál consideran la película más sobrevalorada y la más infravalorada dentro de su género. No lo hago por simple curiosidad, sino porque creo que esas elecciones desnudan algo esencial sobre su mirada como cineastas: qué valoran en una obra, qué rechazan y, sobre todo, qué elementos han decidido incorporar o evitar en su propio trabajo.
Mi Zona es un testimonio del talento emergente que está renovando el panorama del cine fantástico español
Cristian, tras una larga reflexión, señaló a Midsommar como la primera y reivindicó a Longless como la segunda. Y estas elecciones, lejos de ser arbitrarias, dicen mucho sobre su forma de entender el cine. En Mi Zona, el exceso estilístico y casi ornamental de Midsommar no tiene cabida; cada plano está medido con precisión quirúrgica, dejando espacio solo para lo esencial. Al mismo tiempo, el corto comparte con Longless una honestidad brutal: esa búsqueda de un impacto emocional puro, que emerge cuando las emociones desnudas chocan con lo desconocido.
Mi Zona es, en esencia, un juego constante con el espectador, una pieza de relojería cinematográfica que demuestra cómo un corto puede ser tan contundente como un largometraje. Como el propio desierto donde transcurre, la película es árida en sus recursos, pero profunda en su impacto.
El recorrido no termina en ese solitario mundo; su viaje acaba de empezar. Su presencia en la selección oficial del Maniatic y, sobre todo, su entrada en la preselección de los Goya son prueba de que el corto tiene mucho que decir. Mi Zona no es solo una pieza de género, es un testimonio del talento emergente que está renovando el panorama del cine fantástico español. Si este es el principio, no puedo esperar para ver hasta dónde lo lleva la carretera.
