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Desconcierto, desolación, incomprensión, abatimiento... El holgado triunfo de Trump ha provocado una avalancha de comentarios y análisis desde todas las perspectivas posibles, la mayoría con un trasfondo derrotista: la tardanza en echarse a un lado de Biden y la consiguiente falta de tiempo para Kamala Harris; el hecho de que la candidata sea mujer y negra; el efecto de la carestía de la vida pese a la reducción sustancial de la inflación; la presión migratoria en la frontera con México; la connivencia y/o debilidad de Biden frente a la política genocida de Netanyahu; el elitismo de los demócratas y su falta de sintonía con la precaria clase trabajadora; la hiperactividad de las diferentes iglesias y corrientes evangelistas y pentecostalistas, potenciada por episodios azarosos como el fallido intento de asesinato, etc. Este carácter multifacético, unido al desconcierto y a la gran incertidumbre de un presente en vertiginoso cambio, explica ciertas paradojas, muy norteamericanas por otra parte, como la de votar a la vez por Trump y por la candidata demócrata por Nueva York, Ocasio-Cortez, al Congreso. La naturaleza compleja de los fenómenos socioeconómicos se expresa en la variedad y variabilidad de las motivaciones electorales, aunque el carácter generalizado del avance ultraderechista y neofascista en países distintos, con problemas específicos y actores sociopolíticos varios, permite extraer algunos rasgos comunes. Y es precisamente eso lo que genera una justificada preocupación y un paralizante desconcierto. En situaciones así, es conveniente realizar un análisis inverso que nos permita entender la complejidad sin perdernos en las singularidades. Y responder a la gran pregunta: ¿qué estamos haciendo mal? Veamos.
- Defender, fortalecer y dotar de un nuevo impulso al gobierno de coalición
- Recomponer la unidad de la izquierda alternativa.
- Implementar medidas de regulación, racionalización y planificación de la economía.
- Impulsar el desarrollo estratégico de la Unión Europea en su trayectoria federalista
Las políticas ultraliberales por un lado, y autárquicas, por otro, generarán gran inestabilidad económica, incrementarán el malestar social y, finalmente, podrían impulsar al alza la contenida inflación
El resultado de las elecciones en Estados Unidos puede generar una peligrosa distorsión perceptiva debido a lo abultado de los resultados en el colegio electoral, donde Trump ha conseguido 312 compromisarios, sustentados en una mayoría ajustada de 76.669.962 votos populares (50,01%). Kamala Harris solo ha conseguido 226 compromisarios y 74.094.119 votos (48,33%), 1,68 puntos menos. Con una diferencia similar, Donald Trump (46,15 %) derrotó a Hillary Clinton (48,17%) en 2016. Y si comparamos los resultados con las elecciones de 2020, Trump ha logrado casi 1.300.000 votos más, mientras que Harris ha perdido más de 7 millones, siendo la participación en ambas elecciones muy similar (66% y 65%). Estamos, por tanto, ante una estrepitosa derrota de los demócratas. El indudable poder de arrastre de Trump habría sido insuficiente si Harris hubiera retenido una pequeña parte de los votos perdidos en los estados clave. Un ejemplo bien ilustrativo: en Dearborn (Michigan), la ciudad con el mayor porcentaje de población árabe en todo Estados Unidos, Donald Trump ha obtenido un 45% de los votos y Kamala Harris el 15%, muy por detrás del 33% logrado por la candidata ecologista Jill Stein. Otra razón que explica tanto la victoria del republicano Trump como la derrota de Harris es el corrimiento del voto latino, tradicionalmente demócrata, fundamentalmente en estados claves como Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Algunos ejemplos: Trump ha conseguido un 45% de votos latinos, todo un récord histórico. Un caso emblemático es lo ocurrido en el condado de Starr (Texas), donde el 97% de la población es latina: el 57% de sus votos han sido para Trump y el 41% de Harris.
En definitiva, si bien la victoria de Trump es notable en compromisarios, no supone un incremento sustancial del voto popular. La batalla electoral se ha decidido por unos cuantos miles de votos que han cambiado sus preferencias, la mayoría concentrados en la ciudadanía insatisfecha con su vida actual (laboral, social, económica, cultural) y sus escasas expectativas de mejora a corto plazo, a las que no sirven de consuelo los buenos datos macroeconómicos del paro y la inflación. Si alguien les dice que América será grande de nuevo, gracias a lo cual mejorará su vida, no debería extrañarnos que prefieran lo bueno por venir a lo malo que no acaba de irse. Las motivaciones por las que muchos votantes anteriormente demócratas han apoyado a Trump son fundamentalmente económicas: el coste de la cesta de la compra y la carestía de la vivienda [1]. Aunque Biden consiguió reducir la inflación del 8,20% al 2,4%, las vivencias y percepciones de los votantes de menor poder adquisitivo han estado más condicionadas por los precios que por la bajada del IPC. Ya alertaba Edward Rolf Tufte (1979), profesor emérito de la Universidad de Yale, sobre el riesgo de celebrar elecciones en medio de periodos inflacionistas, dado que su caída necesita tiempo para reflejarse en los precios [2]. No se puede pedir visión de futuro a quien se desespera por llegar a fin de mes. Y para muchos latinos, el sueño americano se estaba convirtiendo en una pesadilla, lo que les hacía fácilmente seducibles por la promesa de Trump de devolver al sueño la grandeza perdida. Pero los sueños, por muy gratificantes que sean, siempre tienen un despertar, y en este caso un mal despertar. Que sus esperanzas vayan a cumplirse con un gobierno de billonarios, grandes corporaciones tecnológicas y negacionistas es una ilusión de la que no tardarán mucho en despertar.
Porque las políticas ultraliberales (eliminar regulaciones y restricciones al capitalismo financiero y digital) por un lado, y autárquicas, por otro (subida de aranceles), generarán gran inestabilidad económica, incrementarán el malestar social y, finalmente, podrían impulsar al alza la contenida inflación. Por si hubiera alguna duda, Trump va conformando su equipo: un presentador de Fox para Defensa, un negacionista climático para Energía, un investigado por pederastia para Justicia (que ha tenido que renunciar), un defensor de pseudociencias para Sanidad, un multimillonario como secretario del Tesoro, y un gigante tecnológico para desmantelar agencias públicas y eliminar restricciones empresariales en nombre de la llamada "eficiencia gubernamental". ¿Una provocación? Tal vez esté tanteando hasta dónde el Senado, que tiene que confirmarlos, está dispuesto a ceder. Es previsible que los cuatro años de Trump se caractericen por las turbulencias creadas por una política errática donde primarán las medidas en beneficio de las grandes corporaciones tecnológicas y de los grupos financieros, pero que agravarán las externalidades negativas inherentes al sistema y agudizarán los deterioros socioeconómicos de la mayoría social (desigualdad, pobreza laboral, precariedad, desarraigo, incremento del paro, etc.). Estoy convencido de que la pedagogía de los hechos provocará un lento pero inexorable despertar de los seducidos por los falsos profetas de la prosperidad. La actual fortaleza de los movimientos ultraderechistas y ultraconservadores se sostiene en la desesperación y desafecto de los más perjudicados por la Revolución Digital y las políticas contra el Cambio Climático. Y su talón de Aquiles en que no saben, ni quieren, ni pueden solucionarlos. El triunfo de Trump no abre ningún proceso irreversible. Representa la marea alta de un ciclo que volverá a generar nuevos campos o espacios de transformación. El primer test ocurrirá dentro de dos años, a medio mandato de Trump, cuando se renueve parte del Congreso. Esperemos que, cuando eso ocurra, los destrozos no hayan alcanzado el nivel de catástrofe social, económica, geopolítica y medioambiental. En cualquier caso, debemos estar preparados.
El problema de fondo, más allá de que los demócratas se hayan olvidado de los trabajadores, como denuncia Bernie Sanders (en realidad, Biden ha desarrollado una política de apoyo a los sindicatos y de solidaridad con sus luchas), estriba en que los demócratas no tienen las respuestas adecuadas al actual proceso adaptativo del sistema productivo capitalista en la fase de financiarización y digitalización de la economía. Un proceso que supone la reconfiguración profunda de las relaciones de producción (Rp), particularmente del papel de los trabajadores ante la automatización y robotización inteligente, la implementación transversal de la inteligencia artificial generativa, presente en prácticamente todas las actividades de la producción, el uso del Big Data y la supercomputación, cuántica en el futuro (ver figura) [3]. Proceso que genera paro, inempleabilidad, precariedad y pobreza laboral. A lo que cabe añadir las nuevas formas de socialización de las redes sociales y plataformas que configuran el actual sistema comunicacional.
![Ámbitos de afectación de la IA en el mercado laboral y las habilidades [4].](/media/nuevatribuna/images/2024/11/27/2024112717215858198.jpg)
La gran cuestión a dilucidar es qué políticas socioeconómicas deberíamos desarrollar cuando las fuerzas progresistas, socialdemócratas y de la izquierda alternativa recuperen el poder, a fin de evitar el retorno de las fuerzas ultraconservadoras a lomos de la indignación y el desencanto de la mayoría social. No es tarea fácil. Pero resultará imposible si seguimos aferrados a categorías y conceptos que no se ajustan a una realidad caracterizada por el dominio financiero y digital de grandes corporaciones. Dominio que están moldeando nuestra existencia de muchas maneras: desde los productos que consumimos hasta las políticas que implementan los gobiernos, pasando por los mecanismos que configuran nuevas mayorías ciudadanas mediante la manipulación emocional basada en bulos y tergiversaciones, cuyo mayor exponente es la plataforma de Elon Musk antes llamada Twitter. Recordemos que las diez mayores empresas del mundo tiene un valor de 17,4 billones de dólares, más o menos el PIB de la UE. Un poder del capital como nunca antes ha existido en la historia, que exige amplias mayorías para neutralizarlo primero, y anularlo después. Y esto sucede en medio de un serio agravamiento de los parámetros que configuran la actual evolución del sistema-mundo, impulsada por los mayores impactos científico-técnicos de la historia de la humanidad. Estos procesos adaptativos están llevando al sistema hacia el caos, con gravísimas fluctuaciones derivadas de las pugnas imperialistas entre los tres grandes polos de poder: EE.UU., China y Rusia. A esto se une el incremento de episodios climáticos extremos y catastróficos que no solo generan destrucción, sino hambrunas, impulsando con mayor fuerza grandes olas migratorias.
El problema de fondo, más allá de que los demócratas se hayan olvidado de los trabajadores, como denuncia Sanders, estriba en que los demócratas no tienen las respuestas adecuadas al actual proceso adaptativo del sistema productivo capitalista
Como explico en mi libro “El voto y el algoritmo” (Amazon, 2023), cuando el desarrollo de un sistema adaptativo (no lineal, abierto, dinámico) se encuentra al borde del caos (turbulencias y fluctuaciones generadas por las presiones de las fuerzas productivas (fp), fundamentalmente las nuevas tecnologías digitales y las luchas sociales, en este caso unido al deterioro medioambiental provocado por el Cambio Climático, se abren distintas bifurcaciones en el desarrollo temporal del sistema que incluyen la posibilidad de su transformación. Por eso, ante la gravedad (y oportunidades) de la situación no podemos insistir en viejas recetas reformistas. Ni mucho menos cobijarse resignados en las esperanzas utópicas basadas en un determinismo lineal reduccionista que todo lo fía al inexorable final del capitalismo, optimismo profético que termina generando inacción. La experiencia histórica, y la naturaleza de los sistemas sociales, evidencian que nada está escrito. Si bien el propio sistema crea las condiciones de su superación evolutiva, su realización depende única y exclusivamente de nosotros. Y en esas estamos.
Por lo que respecta a nuestro país, la ofensiva ultraderechista y ultraconservadora contra el gobierno de coalición, a la que me referido en el artículo Del "váyase señor González", al "váyase nº1", ha cobrado nuevos bríos con la indecente maniobra de Feijóo y sus adláteres atacando a la Vicepresidenta Tercera del Gobierno Teresa Ribera, para tapar la desastrosa gestión de la DANA de Mazón y su gobierno de incompetentes. No ha dudado en pactar con Manfred Weber, presidente del PPE, la recusación de nuestra candidata a la principal Vicesecretaria del futuro Consejo de la Unión Europea. Una turbia maniobra basada en mentiras y falta de escrúpulos, cuyo objetivo es debilitar el ala más moderada de los populares europeos para facilitar los pactos con la extrema derecha, felizmente abortada. Curiosamente, cuando se les ha fallado el cartucho de la vicepresidenta de Ribera, el empresario Aldama, imputado por corrupción, reactiva el fango de la supuesta corrupción generalizada en el PSOE. El objetivo de abatir a Pedro Sánchez con todos los medios posibles y sin remilgos éticos continúa. En esta situación, la tarea fundamental, el objetivo político primordial, es defender al gobierno de coalición frente a la investida de Vox y el Partido Popular. No solo para poder desarrollar políticas avanzadas en lo socioeconómico, sino porque es hoy el mayor baluarte en la UE frente a las tendencias ultraderechistas y ultraconservadoras, reforzadas con el triunfo de Trump.
Ante una situación tan alarmante, y frente a las turbulencias que asoman en el horizonte, es fundamental para la izquierda alternativa (con vocación transformadora) tener claras las prioridades, que yo resumiría en cuatro:
1. Defender, fortalecer y dotar de un nuevo impulso al gobierno de coalición
Esta tarea resulta primordial y es la base para cualquier otro planteamiento, porque si la ofensiva ultraderechista y ultraconservadora consigue derribar al gobierno provocando un adelanto electoral, cuando las fuerzas progresistas y de izquierda se encuentran en situación de debilidad por las divisiones, fundamentalmente en el seno de la llamada izquierda alternativa, no solo puede significar un retroceso en los avances socioeconómicos conseguidos, sino también la implementación de la agenda ultraderechista que hoy encabeza el gobierno de Trump en Estados Unidos con sus aliados internacionales. Son lógicas y legítimas las diferencias y discrepancias en un bloque de investidura tan heterogéneo, pero los intereses de partido no pueden impedir la acción del gobierno de coalición, ni poner en peligro su estabilidad institucional. En este sentido, resulta suicida la actitud de Podemos emulando a Junts a la hora de hacer valer sus cuatro escaños, en una fuga hacia el precipicio. Confunden firmeza con intransigencia, una forma nefasta de "infantilismo". Y olvidan que el colapso del gobierno de coalición también se los llevará por delante. Esperemos que el apoyo finalmente a la reforma fiscal suponga un cambio de actitud. Porque no son tiempos para maximalismos retóricos, órdagos programáticos, ni asaltos a un cielo que solo existe en las fantasías infantiles
2. Recomponer la unidad de la izquierda alternativa.
Para ello hay que recuperar el atractivo que supuso primero Unidas Podemos y luego Sumar, hoy divididas, con importante pérdida de apoyo electoral evidenciada en las últimas elecciones. Sin recuperar la unidad será prácticamente imposible reeditar el gobierno de coalición. La izquierda alternativa se enfrenta a serios problemas que incluyen tanto las cuestiones no resueltas organizativas que merecerían un apartado específico, como dotarse de un marco teórico que utilice la caja de herramientas de las Ciencias de la Complejidad que nos permita diseñar un proceso gradual de transformacióndel capitalismo como la mejor forma de abordar sus insuficiencias, ineficacias, externalidades negativas y efectos destructivos sobre el tejido social y el medioambiente. Y no desde un punto de vista retórico, sino desarrollando políticas concretas destinadas a cambiar las relaciones distribuidas de poder, mejorar las condiciones laborales de los trabajadores y su poder en el seno de las empresas (cogestión ejecutiva), fortalecer y desarrollar el Estado Social y Democrático de Derecho, avanzar en la creación e institucionalización de formas de democracia participativa, deliberativa y directa, e impulsar la Democracia Económica. Entendiendo que el carácter evolutivo de los procesos socioeconómicos obliga a una praxis política que supere el histórico determinismo lineal y reduccionista paralizante [5]. Todo esto requiere un amplio consenso político y el apoyo mayoritario de las clases trabajadoras, así como profundos cambios culturales, especialmente en lo que respecta a los hábitos de consumo y la cooperación solidaria.
3. Implementar medidas de regulación, racionalización y planificación de la economía.
El capitalismo contemporáneo se enfrenta a serias tensiones entre la necesidad de preservar cierto nivel de cohesión social y las exigencias de maximizar el beneficio. La experiencia demuestra que, cuando se intenta embridarlo para mitigar las externalidades negativas más peligrosas o para compensar los efectos sociales más intolerables, como la desigualdad, la pobreza laboral, la precariedad, la inempleabilidad y las múltiples brechas (de género, digital, etc.), en particular las asociadas al cambio climático, el sistema productivo tiende a convulsionarse [6]. La debilidad del capitalismo, un sistema disipativo que destruye recursos y riqueza, genera un flujo constante de desechos y subproductos, impulsa el consumo mediante mecanismos como la obsolescencia programada, agota los recursos naturales y degrada el medioambiente, [7] estriba en la ausencia de una adecuada regulación y en un crónico déficit de racionalidad que compense la ineficacia e ineficiencia de la mano invisible del mercado y los destructivos efectos de la ley de hierro de la optimización de beneficios empresariales como objetivo fundacional. El resultado son periódicas crisis mediante las cuales el sistema se purga, con el nefasto desenlace del incremento de las desigualdades, el paro y la miseria para las clases trabajadoras. De acuerdo a los últimos informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el tercer país más habitado del mundo lo forman los 733 millones de hambrientos. Mientras, la riqueza crece y se acumula cada vez más en menos manos: el 1% más rico acapara alrededor del 45% de la riqueza total. En este contexto, los efectos disruptivos de la Revolución Digital, sumados a las consecuencias catastróficas del calentamiento global, solo pueden resolverse introduciendo una regulación eficaz (basada en la ciencia) de los mercados y aumentando la racionalidad del sistema mediante la planificación democrática de la actividad productiva basada en las capacidades predictivas de la Inteligencia Artificial, la supercomputación y el Big data. Esto permitiría evitar el despilfarro de riqueza no rentable,reducir primero para anular después el cáncer de la desigualdad, y evitar el Ecocidio al que nos acercamos peligrosamente [8].
4. Impulsar el desarrollo estratégico de la Unión Europea en su trayectoria federalista
La UE, el mayor espacio socioeconómico del mundo, es el gran polo geoestratégico estabilizador, sustancialmente distinto de los que definen a otros polos de naturaleza imperialista. Su fortaleza se basa en los avances socioeconómicos que la han configurado como la expresión más lograda del llamado capitalismo social. Sin embargo, su capacidad de influir decisivamente en la convulsa escena internacional es limitada. Entre otras razanos por su escasa autonomía estratégica, fundamentalmente la dependencia de tecnologías clave como los semiconductores, la importación de una gran parte de su energía, y la limitada capacidad de defensa común. En esta delicada situación, el crecimiento de los partidos ultraderechistas, ultranacionalistas y ultraconservadores supone un serio riesgo de parálisis, como se ha evidenciado con el inicial bloqueo a la vicepresidenta Primera, Teresa Ribera. Afrontarlo exige el refuerzo y desarrollo de aquellos aspectos diferenciadores que la caracterizan: el Estado Social y Democrático de Derecho, las instituciones jurídicas garantes (Tribunal de Justicia de la Unión Europea, Tribunal de Cuentas Europeo), y la solidaridad de sus integrantes. Esto es aún más relevante dado que la UE constituye el espacio necesario para que se pueda desarrollar el proceso gradual de transformación en nuestro país, inviable en el estrecho marco nacional. Por eso, resultan peligrosamente ingenuos los planteamientos soberanistas de una parte de la izquierda "radical", en alarmante coincidencia con la extrema derecha y los nacionalistas iliberales. Para la izquierda y fuerzas progresistas, resulta vital vincular su defensa a la progresiva federalización política, mancomunación económica, y plena democratización institucional. Esto exige cambiar la actual correlación de fuerzas, de forma que la socialdemocracia, las izquierdas alternativas, los verdes y otras formaciones progresistas incrementen su capacidad de influencia. En este sentido, el gobierno de coalición en España puede y debe jugar un papel determinante.
Y termino a modo de escolio: el arte de la política consiste en saber aprovechar las oportunidades para crear las condiciones adecuadas que permitan mejorar y transformar la realidad. Al final, la mejor pedagogía son los hechos. O dicho con la sabiduría de nuestro refranero: obras son amores y no buenas razones. Es la mejor respuesta a los populismos de la ultraderecha y la derecha, envalentonados por el triunfo de Trump.
[1] Una encuesta de UnidosUS y Mi Familia Vota, concluye que 3 de cada 4 encuestados latinos dijeron que sus preocupaciones sobre la inflación provienen directamente del alto costo de la vivienda (www.bbc.com/mundo/articles/crr92d41nl5o).
[2] El catedrático de Ciencia Política en Duke University, Pablo Beramend, realiza una eficaz “Autopsia al optimismo demócrata” en el diario El País (https://elpais.com/opinion/2024-11-08/autopsia-al-optimismo-democrata.html.)
[3] Los grandes modelos multimodales de IA generativa ya pueden crear e interpretar textos, imágenes y vídeos, un paso importantísimo en el desarrollo de la IA general capaz de imitar procesos cognitivos que anteriormente eran exclusivos del ser humano. Según los expertos, supondrá (ya lo está haciendo) la desaparición de puestos de trabajo cuyas funciones se vuelvan obsoletas por la automatización, afectando especialmente a sectores vinculados a la manufactura y los relacionados con tareas como el procesamiento de textos, la entrada de datos y la programación. Por contra, se crearán nuevos empleos para profesionales altamente cualificados en el desarrollo de IA y la ciencia de datos. Todo esto supone la necesidad de reciclar a numerosos trabajadores, que deberán adquirir competencias en estas nuevas áreas para adaptarse a las exigencias de sus empresas. Para el Foro Económico Mundial, la previsión de los empleadores es que el 23% de los puestos de trabajo que hay actualmente requerirán algún tipo de reestructuración en los próximos cinco años. Ver: World Economic Forum (2023). The Future of Jobs Report 2023. Disponible en: https://www3.weforum.org/docs/WEF_Future_of_Jobs_2023.pdf; European Commission & The Council of Economic Advisers of the US. (2022). The Impact Of Artificial Intelligence On The Future Of Workforces In The European Union And The United States Of America. El analista Desirée Gómez Cardosa del Observatorio de Tendencias Educativas e Innovación del eLearning Innovation Center (eLinC) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), ha elaborado un informe que expone la magnitud de la transformación laboral que nos espera: casi uno de cada cuatro puestos de trabajo deberá reestructurarse en los próximos cinco años. El documento destaca el profundo impacto que tendrá la IA generativa. Ver también: André. El trabajo del futuro. Traficantes de Sueños, 2003.
[4] Fuente
[5] Lo analizo y desarrollo en mi próximo libro, con prólogo del catedrático de economía aplicada, Juan Torre López, Ganancia social, beneficio privado, que aparecerá próximamente editado por El Viejo Topo.
[6] Ver: Nicholas Georgescu-Roegen. La ley de la entropía y el proceso económico. Fundación Argentaria-Visor, 1996.
[7] Según estimaciones de diversos organismos como Naciones Unidas (FAO), Oxfam, el Banco Mundial, etc. se estima que la generación total de desechos a nivel mundial crecerá un 70% en el próximo lustro hasta alcanzar los 3.400 millones de toneladas; que se desperdician 931 millones de toneladas de alimentos al año, un 17% de los alimentos disponibles.
[8] El biólogo estadounidense y director del Departamento de Botánica de la Universidad de Yale, Arthur Galston, empleó primera vez en 1970 el término Ecocidio. Se han realizado varias propuestas para que sea declarado parte del crimen de genocidio, todavía sin resultado. David Whyte. Ecocidio. Acabemos con la corporación antes de que nos mate.er: David Whyte. Ecocidio. Acabemos con la corporación antes de que nos mate. Bellaterra Edicions, 2021.