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Ahora que Daron Acemoglu ha ganado, junto a sus pares Robinson y Simon Johnson, el premio nobel de economía rememoro el texto que le convirtió en una celebridad del pensamiento del siglo XXI. En su, Por qué fracasan los países, libro desarrollado junto a Robinson, describen la disfuncionalidad inducida por la avaricia y el ansia por la riqueza que deriva en un mecanismo extractivo que pone todo recurso y todo potencial de un país en un único plato de la balanza, el que sostiene a quienes detentan la capacidad de expoliar la riqueza social en beneficio propio. La acumulación en un único brazo hace que la balanza se desequilibre hasta el punto de producir toda clase de disfunciones, desavenencias, conflictos y contestación que acaban provocando el estrangulamiento del cuerpo institucional con el que cada país tiende a organizarse. En palabras de los nobeles de economía, existe un nexo común a todos los países colapsados a lo largo de la historia, acoger una clase social codiciosa y con instrumentos coercitivos suficientes como para apropiarse de las riquezas de cada país extrayendo recursos de uso general en beneficio de solo unos pocos.
La obsesión por el dinero y del olor que desprende a su alrededor es un disolvente del proyecto social, porque el dinero no produce nada, son las ideas y las propuesta las que actúan como fertilizantes sociales
La respuesta a la primera pregunta resulta clara, por qué fracasan los países: por la existencia de una clase extractiva descomprometida con el proyecto país. Ahora cabe hacerse una segunda pregunta ¿por qué las sociedades iten la existencia en su seno de esa clase de personas descomprometidas, cánceres sociales cuando actúan de manera coordinada? Hay una respuesta de tipo histórico social que dice que las sociedades no acogen a este tipo de aprovechados, sino que se imponen a ellas gracias a distintas artimañas de control político vía dominio del aparato militar, ascendencia sobre el sistema judicial u otras formas de hegemonía, entre las que el ejercicio del poder simbólico no es cuestión baladí.
A ello también han hecho acercamientos los mencionados laureados cuando hacen referencia a las interferencias que la iración por el dinero está generando sobre la evolución social actual. La dominación ejecutiva o de facto ha de ir acompañada de una suerte de aparataje de justificación, sea de tipo divino, de clase o de culto. En la actualidad, la adoración al dinero y el culto a quien lo posee se ha convertido en una doble virtualidad extractiva, permite la ejecución de planes de enajenación de bienes públicos en beneficio privado y hace de ello una justificación mediante una transmutación del dinero en éxito social. La legión de gurúes e influencers que hacen de la ostentación y de la simulación de la posesión de riquezas personales su palanca para el reconocimiento y el seguidismo de las más disparatadas ocurrencias no es sino la última manifestación de ese fenómeno que liga riqueza personal con éxito social y de paso de reconocimiento de estatus político.
Y los tres jinetes del apocalipsis tardocapitalista se retroalimentan, cuanto mayor acumulación de riqueza, mayor éxito y más proyección política. Así se explica que un chalado poseedor de grandes sumas de dinero (de dudosa procedencia y más oscura claridad fiscal) sea irado hasta la enajenación negacionista en USA y se halle en disposición de volver a ganar elecciones y poder político de la mano de otro craso rico tan afamado por sus ocurrencias como por su desprecio por los logros sociales de la sociedad occidental. Lo peor es que podemos reconocer situaciones similares fuera del contexto norteamericano, con delegaciones en Suramérica, Europa y el Sur global.
El proyecto social ha sido desplazado por el personal que ensalza la posesión del dinero como única y verdadera misión de la humanidad sobre la Tierra
El fuelizador de esa triada diabólica es el dinero, es obvio, aun así no está respondida la pregunta de por qué las sociedades avanzadas, y después las menos desarrolladas, iten sin apenas resistencia el que sean faros de su desarrollo estos seres ridículos, torpes y depravados. Por qué nuestras sociedades tienden a esconder bajo la manta del dinero cualquier cosa no importa lo abyecta o estúpida que pueda resultar. Cómo explicar que un candidato a la representación política pillado in fraganti y comportamiento doloso no pierda su conexión con partes del cuerpo social, sino que incluso lo eleva. Solo puede haber una explicación: la proximidad del dinero, del mucho dinero.
La obsesión por el dinero y del olor que desprende a su alrededor es un disolvente del proyecto social, porque el dinero no produce nada, son las ideas y las propuesta las que actúan como fertilizantes sociales y mortero cohesivo. Creo que fue el banquero Termes (no estoy seguro de la autoría de la cita) quien un día dijo que el dinero sólo sirve para no tener que estar todo el día pensando en él, pero hemos desarrollado un modelo social que actúa como unas anteojeras que solo permiten ver el dorado brillo del dinero.
Que deslumbra, incapacita y disuelve nuestras comunidades y sociedades ¿Por qué fracasan las sociedades y son incapaces de disponer de techo para personas y familias? Porque el proyecto social ha sido desplazado por el personal que ensalza la posesión del dinero como única y verdadera misión de la humanidad sobre la Tierra.